MOSTACCIONI, CAPÍTULO 3
Marini, Gattone y Williamson buscaron una mesa cerca del escenario. El comisario superior y su colega extranjero estaban relajados, mientras que Gattone observaba minuciosamente todo lo que ocurría a su alrededor. “Buenas noches señores, ¿qué van a servirse?”, preguntó el mozo. “Un whisky para mí”, contestó el americano, mientras que los dos italianos pidieron unos refrescos. En ese instante, se apagaron las luces y Lulú apareció en escena. Su entrada fue lenta, se veía muy sensual y provocativa. Lanzó besos a sus admiradores quienes enloquecían y le gritaban todo tipo de obscenidades. Comenzó entonando canciones tradicionales italianas como “Ho capito che ti amo”, y siguió con temas en francés (su predilecto era “La vie en rose”) y se animó a entonar “New York, New York.”
Las
bebidas tardaban en llegar, lo que exaltaba un poco a Gattone. “Cálmate
Giorgio, le decía Marini, ya vendrán.” Finalmente apareció el camarero con su
bandeja. Se disculpó por la demora y comenzó a distribuirlas. Los policías se
distrajeron unos segundos y el mozo puso una píldora en el vaso de Marini.
Segundos después, Gattone lo tomó del brazo, se lo puso de espalda al piso y
sacó las esposas. Se retiraron de allí llevándose al camarero a la comisaría.
Cuando
llegaron al departamento de policía, el comisario, su asistente y el detective
ataron al camarero contra una silla y comenzaron a interrogarlo. Al ver que no
cooperaba, Gattone comenzó a utilizar su método predilecto, los golpes.
“Comienza a cantar hijo de puta”, le ordenaba luego de aplicarle cuatro
bofetadas, pero no hablaba o si lo hacía era para mandar al diablo a los
policías. Después de varios golpes y de ver que no daba resultado, Marini
reunió en un costado a sus colegas y les dijo: “es inútil, este cretino se
niega a hablar. Será mejor que lo mantengamos detenido y por la mañana lo
volveremos a intentar. Giorgio, llévatelo a una celda.”
Al
día siguiente el intento de volver a interrogar al prisionero fue en vano,
había sido envenenado con el café que se le dio en el desayuno. La
investigación volvía a fojas cero. Los tres policías se reunieron en el
despacho de Marini y seguían revolviendo en sus pistas. Williamson insistía en
regresar al cabaret. “En mi opinión hay gato encerrado en ese lugar”, aseguró
el americano. “No podemos volver allí, respondió Gattone, despertaríamos
sospechas.
- Yo iré, utilizaré un buen disfraz y
trataré de averiguar algo.
- Enviaremos a nuestros hombres cerca de la
zona para su seguridad, afirmó Marini, pero ¿a quien piensa interrogar?
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