HORST, CAPÍTULO 4


 

         Las tardes de primavera en Innsbruck eran muy placenteras. Regresaba de la escuela y, luego de hacer su tarea, pasaba largas horas leyendo todo lo que encontrara sobre la vida y obra de Wolfgang Amadeus Mozart. Siempre que podía, visitaba Salsburgo o Viena para asistir a distintos conciertos o festivales de música clásica. Deseaba tanto aprender a tocar instrumentos, pero su sueño más grande era ser director de orquesta. Ni bien finalizó sus estudios secundarios, se instaló en Viena, en la pensión de la Opera. Dejó en su tierra a Greta, con la promesa de regresar los fines de semana o en las vacaciones.

         Los primeros momentos fueron duros, el ambiente era muy diferente, se respiraba un aire que poco tenía que ver con el del Tirol. Finalmente, logró adaptarse y comenzó a progresar. Aprendió a tocar varios instrumentos y se destacaba sobre los demás. Al recibirse, fue reclutado por la filarmónica de Viena como pianista.

         Una vez que logró establecerse, su novia partió hacia la capital y se casaron. Los primeros años eran muy felices, él seguía ascendiendo hasta que cumplió el sueño de dirigir la filarmónica. A partir de ahí, las cosas cambiaron. La familia comenzó a agrandarse con el nacimiento de Wolfgang, Ludwig y Johan. Horst estaba cada vez más encerrado en su trabajo, permanecía cada vez más horas en la Opera o en algún bar tomando cervezas con Helmut, a quien conoció cuando tuvo sus primeros trabajos en la Opera. Comenzó a viajar por toda Europa, a aparecer con frecuencia en los medios de comunicación y a ser codiciado por la alta sociedad. Comenzaba a cegarse por la fama. Greta se ocupaba de criar y cuidar a los niños. No le agradaba mucho el entorno de su esposo, especialmente el nuevo amigo de su cónyuge, pero por respeto hacia él, no abría la boca. El sentimiento era mutuo, ya que cada vez que podía, Helmut le señalaba a Horst los defectos de Greta exagerando el relato. Además, lo acompañaba a todos los viajes y a todos los acontecimientos importantes. Fue escalando hasta hacerse su representante.

         Al no acompañarlo Greta a sus conciertos ni a sus viajes, comenzó a sentir necesidades, en particular de tipo sexual, por lo que encontraba solución con mujeres de turno; todas proporcionadas por Helmut. Pasaron algunos años y sentía cada vez más el cansancio por el desgaste que le provocaba el estar al frente de la filarmónica, los viajes y la rutina tanto dentro como fuera del teatro. Al confesarle a su representante el agotamiento que sentía, este le dio unas pastillas para sentirse mejor, introduciéndolo así al mundo de las drogas.

Continuará...

El Puma

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