HORST, CAPÍTULO 2
La Opera de Viena estaba llena. Todos habían venido a
ver a la orquesta filarmónica local que interpretó unas sinfonías de Mozart y
Beethoven. El concierto duró dos horas y fue un éxito rotundo. El director, el
mejor en Austria y uno de los mejores de Europa, fue el más aplaudido.
Cuando
bajó el telón, Horst felicitó fríamente a sus músicos, y luego enfrentó a la
prensa a la salida del teatro. La entrevista duró no más de ocho minutos y puso
punto final aduciendo que estaba muy cansado y que al día siguiente debía
levantarse temprano. Una vez superado ese momento, se encontró con su amigo y fueron
a un bar cercano a conversar y tomar unas cervezas. "Como puede ser que tu
esposa no venga a verte, comenzó Helmut.
- Es que tú sabes, contestó Horst, no quiere dejar a los
niños.
- Al diablo con ellos, puede dejarlos con alguien. Tu
carrera es mucho más importante que tres mocosos. Además, cierto sector de la
prensa está diciendo que tu matrimonio está en crisis.
- Tienes razón, pero ¿cómo le hago entender eso a Greta?
- Es inaudito. Eres reconocido, el más prestigioso,
todos vienen a verte menos ella.
- Lo sé. Dudo que lo entienda.
- Los rumores sobre tu vida privada crecen, deben aunque
sea aparentar ser una familia feliz.
- Hace tiempo que no lo somos, pero yo no interfiero en
sus cosas.
- No puedo creer esa mujer te domine.
- A mí no me domina nadie. Ahora, cuando vuelva a casa,
le voy a demostrar quién es el que manda y lo haré ya mismo, paga la cuenta”.
Horst
había tomado unos tragos de más. Volvió a la casa, su mujer lo esperaba con la
comida lista. Sus hijos estaban dormidos. Al llegar, cerró bruscamente la
puerta. "Cuidado, despertarás a los niños, le dijo Greta.
- No me importa, que se despierten.
- ¿Te pasa algo?
- ¿Por qué no me preguntas como fue el concierto?
Apuesto a que ni lo escuchaste por radio”.
Su esposa
permaneció en silencio. “Lo sabía. Es increíble, más de cuatro mil personas me
aplauden de pie, y mi propia esposa ni siquiera lo escucha por radio. ¿Por qué
no vienes aunque sea una vez a verme?
- Sabes que no me gusta dejar solos a los niños.
- Tú y tus malditos principios. No te interesa nada
sobre mí o mi carrera. Aunque sea hazlo para mantener las apariencias, finge
que te interesa.
- Tu cena está servida.
- Pues cómetela, yo ya no tengo hambre”.
Sin decir
una palabra más, salió pegando un portazo y sin despedirse para luego regresar
con Helmut.
Continuará...
El Puma
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