MUJER DE UNA NOCHE
Ni bien la vi me juramenté hablarle. El
destino nos había colocado uno al lado del otro en ese colectivo lleno de
cuerpos inertes que sólo servían para decorarlo, pero que lindo, lo hacía ella,
aún rodeada de sus amigas. Yo, mientras tanto, me encontraba solo, después de
una larga y dura noche.
Vestía una remera verde, un sweater
negro, jeans y botas rojas. Tenía el pelo bien cortito y una mirada
transparente pero poco profunda. Estaba triste, seria o cansada. Parada con la
cabeza apoyada sobre la ventana miraba a través de ella. Y jamás se volteó. Sus
amigas parloteaban alrededor suyo y ella estaba ajena a eso, el colectivo
entero gritaba y yo también estaba ajeno a eso, pero atento a ella.
El murmullo de la gente comenzó a
acallarse en mi cabeza. Quise entrar en su mente, explorar su mundo, entender
qué le pasaba y creo que no lo logré. Aunque sonreí y ella sonrió
embelleciéndose aún más. Su sonrisa subrayó perfectamente sus fuertes
rasgos. No pude dejar de mirarla ni un
solo instante. Esos ojos contradictorios, por lo grandes y achinados, eran de
un verde especial, hasta ahora únicos en su especie. En mi mente me animé a
decirle todo, a escribir estas palabras, a no dejarla ir. Era un sueño del que
no quería despertar. Mientras, ella seguía allí, tan cerca y lejos mío apoyada
contra la ventana seria, ¿triste?, cansada.
La disfrutaba hasta que sus amigas se
encargaron de despertarme cuando decidieron bajar. Y ella, sin decir una
palabra y negándole al mundo su mirar se acercó con la cabeza gacha hacia la
puerta. Me abrí permitiendo que eso pasara, dejándola ir. Era distinta a todas
y la dejé escapar rompiendo mi juramento: no le pude decir nada. Se bajaron y
arrancó el colectivo. Me quedé apoyado en mi ventana mirándola como se alejaba
seria, caminando sin rumbo, siguiendo a la manada sin sentido. Estaba serio,
triste y cansado. Fue entonces ahí, cuando logré entrar en su mundo.
L.C.H
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