LA SEPARACIÓN
La punta de ese
cigarrillo encendido era lo único que iluminaba la cuadra. El calor era
agobiante y la lluvia inminente. Tapado con su sobretodo negro y su sombrero
para la ocasión el hombre se dirigía al lugar de encuentro. Los adoquines, transpirados
por la humedad, lejos de ayudar, complicaban aún más el andar y las veredas
eran intransitables. Cuando llegó se apoyó en el tronco de un árbol, tiró la
colilla de su cigarro y esperó. Ya diluviaba.
-Hola, le dijeron
de atrás
-Llegas tarde, respondió
él
-Bien tú sabes que
eso es imposible. Llegué aquí justo cuando vos llegabas.
-No te vi
-Es difícil verme
en esta oscuridad ¿qué quieres?
-Que me dejes en
paz
-Es imposible
-Encontraremos la
manera
-¿Por qué quieres
que te deje en paz?
-Soy un hombre
solitario que no pude aprender a convivir y no soporto esta presión de tener a
alguien constantemente al lado mío
-Yo no estoy
siempre. Por las noches, generalmente, te dejo libre
-No me alcanza.
Necesito estar siempre solo. Te siento en mis pensamientos, en mis
sentimientos, en mis acciones.
-Es para lo que
estamos nosotras. Es imposible que te libres de mí. Además no estoy de acuerdo
con separarnos, creo que hacemos una buena pareja.
-Somos demasiado
parecidos
-No te creas, solo
en las formas. ¿Con quién me voy a ir yo si no te tengo?
-No sé, ¿no hay
otra persona?
-No, todos ya
tienen su sombra
El hombre se
despidió, prendió otro cigarrillo y marchó pensativo bajo la lluvia. Había
refrescado.
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