DECÍAN QUE ESTABA ACABADO
“Hay que hacer limpieza, acabar con el
club de amigos de (Lionel) Messi, este sigue porque es el mejor amigo de Messi”,
decían en Barcelona cuando el club “Culé” quedaba fuera de la U.E.F.A Champions
League, goleado y vapuleado por Bayern Munich. La directiva del “Barsa” estaba
dispuesta a meter mano en el plantel que ya tenía el cartel de ciclo cumplido.
Pero quién era el blanco favorito de los críticos más fervorosos, no era otro
que Luis Suárez. Durante el último receso veraniego, Ronald Koeman, entrenador
recién llegado a la Ciudad Condal, le comunicó al delantero uruguayo que no lo
tendría en sus planes. Durante varias semanas, el “Pistolero” seguía entrenando
en Barcelona mientras esperaba ofertas, protagonizando un largo culebrón. Que
se iba a Juventus, que volvía a Ajax o, también, que iba a quedarse a ganarse
un lugar.
Cuando parecía que esa última opción
iba a ser el destino del atacante “Celeste”, Atlético de Madrid pidió
condiciones por él y se lo llevó. Era tal la “necesidad” de la directiva
barcelonista de sacárselo de encima que se lo regaló a uno de los rivales
directos en la lucha por la Liga y la Copa del Rey. Triste por haberse ido del
club en el que se encontraba cómodo y estaba haciendo historia, al punto de ser
el tercer goleador histórico de la institución catalana, estaba dispuesto a
demostrarles al entonces presidente barcelonista, Josep Bartomeu, que todavía
le quedaba hilo en el carretel.
Encajó enseguida en Madrid. Diego
Simeone, entrenador del conjunto “Colchonero” le dio la confianza de la
titularidad. Y Suárez no falló. A tal punto que en su primera temporada en “Manzanares”,
salió campeón y convirtió 21 goles, esos que le faltaron a Barcelona para poder
obtener la Liga. Mientras el uruguayo hacía goles a mansalva, en Cataluña lo
extrañaban, especialmente Messi. ¿Alguien se imagina que entre los 30 goles del
argentino y los 21 del oriental, se le hubiese escapado el título 27 al “blaugrana”?
Alguna vez, cuando un equipo campeón
parecía perdido y se levantó para finalmente retener el cetro, su entrenador
antes de levantar el trofeo declaró: “nunca se debe subestimar el corazón de un
campeón”. Ese entrenador fue Rudy Tomjanovich cuando Houston Rockets ganó su
segundo título consecutivo de la N.B.A, en 1995, cuando parecía algo imposible.
Esa frase se aplica perfectamente en este delantero uruguayo que, hasta hace
bastante poco, era el mejor del mundo en su puesto. ¿Bajó su nivel?
Ciertamente, como les pasa a todos con el tiempo. Pero de ahí a estar acabado,
hay un largo trecho.
El Puma
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