ASESINATO EN EL SERVICIO EXTERIOR, CAPÍTULO 29, PARTE 1


 

                                                UNA DENUNCIA ANÓNIMA


    Consultorio del Dr. Ireneo Shrink, septiembre 10 de 19..


    El doctor Ireneo Shrink quedó muy pensativo, mientras miraba la espalda de su último cliente que acababa de despedirse con un apresurado apretón de manos. Lo veía levantarse el cuello del impermeable negro y ponerse un extraño sombrero de alas anchas, también negro, bien calado sobre los ojos.

    En su larga vida de psiquiatra, pensó, había visto de todo: abismales egoístas, redomados Tartufos, incorregibles putas, promiscuos homosexuales, fabuladores, mitómanos, parlanchines y mudos, paranoicos y psicópatas, en suma, toda esa abigarrada fauna que concurre habitualmente a los santuarios de Villa Freud. Pero ninguno lo dejaba con esa misteriosa impresión de inseguridad personal, de amenaza de violencia, de extrema inestabilidad, como este Hildebrand Otto Schmuziger. A esos inquietantes sentimientos debía, en su fuero más íntimo, agregar otro; el de un desprecio desbordante, que un psiquiatra altamente profesional como él no podía permitirse, pero que en honor a la verdad, no tenía otro remedio que admitir. 

    Shrink consultó sus notas y agregó otras. Hacía tres sesiones había puesto:

    "Dr. Jekill and Mr. Hyde. Típica bifurcación de la personalidad. De día es más o menos normal, a menos que tenga una emoción fuerte. A la noche cambia, va a ver a una prostituta con la que tiene una relación de extraña dependencia, le dice "Mamá" y le exige que se vista de señora seria porque sólo así se excita. Cuando se pone agresivo le pega, la sacude, la persigue por el cuarto diciéndole que es una mamá mala, pero después va como un corderito a pedirle disculpas y tienen una portentosa sesión de erotismo.

    "Otro fantasma es el de chico de escuela y maestra promiscua. Parece que su temprana iniciación se debió a su maestra de sexto grado, que lo llevó a su casa con el pretexto de corregir unos deberes y explicarle matemáticas".

    En la penúltima sesión había sido descriptivo y ensayado una explicación:

    "Niñez descuidada. Madre ninfomaníaca, abuelo expulsado del Ejército prusiano por cobardía que dejó trauma familiar: por reacción el padre supervaloraba el coraje, fue una especie de malevo teutónico.

    "Sostiene que nadie le dio cariño y debe ser así nomás. Para desquitarse mataba todos los insectos que podía y torturaba al perrito de su madre, que era lamentablemente un chihuahua enano. Dice que lo quemaba con cigarrillos encendidos luego de atarlo. Otras veces le daba porciones pequeñas de veneno para ratas. El perro optó por morirse cuando no pudo más. Hildebrand Otto cree que nadie lo quiere. La pregunta es: ¿quién carajo lo va a querer, con ese carácter? ¿Qué le puedo decir a este animal?"

    Se dedicó a anotar la última reunión:

    "Creo que voy a renunciar a este paciente, si me atrevo. ¡Le tengo miedo! Es una bestia apocalíptica. Al mismo tiempo, es extrañamente cobarde. Sus obsesiones son un tal Vegas y Yañez Haedo, ambos colegas suyos. Creo que si pudiera los mataría, pero no se atreve. Según él dice, cierta vez Vegas le sacó un revólver y él se lo voló de una patada y encima le propinó una paliza. Si fuera así, no lo nombraría en contextos derrotista y sombríos como lo hace: para mí que se trata de una proyección a Vegas de su propia cobardía. En todo caso no se anima a encarar a ninguno de los dos".


Continuará...

Gastón Lejaune

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