EL MERECIDO PREMIO PARA LA NARANJA MECÁNICA
Rinus Michels, en el estadio Olímpico
de Munich, se fue con la cabeza gacha tras perder la final del Mundial de 1974
ante el local. Su equipo fue y siempre será recordado por el fútbol de alto
vuelo, por contar con jugadores como Johan Cruyff, Johnny Rep, Rob Resenbrink y
Johan Neeskens, entre otros. Sin embargo, campeón hay uno sólo y fue la
Alemania Federal de Sepp Maier, Franz Beckenbauer y Gerd Müller la que levantó
el trofeo, tras dar vuelta la final e imponerse por 2 a 1.
Tras 14 años de espera, la selección neerlandesa tuvo su revancha en el mismo territorio. Se jugaba la semifinal ante el local, pero esta vez en Hamburgo. Alemania Federal y los Países Bajos chocaban en esa instancia. Todo lo que sucedió en 1974, se dio en forma simétricamente opuesta. El local era el favorito y se puso en ventaja con un tanto de penal convertido por Lothar Matthäeus. Minutos después, el empate llegó también desde los once pasos y quién concretó fue Ronald Koeman. La igualdad parecía que iba a ser el resultado definitivo, pero en el último minuto, apareció el fantástico goleador naranja, Marco Van Basten, para poner el 2 a 1 definitivo y dejar a los alemanes con las manos vacías. Los dos partidos entre estos dos equipos tuvieron el mismo resultado, los dos primeros goles fueron convertidos de penal y el goleador fue quien le puso cifras definitivas al partido. Rinus Michels se tomó la revancha. Y el entrenador de Alemania Federal era quien había sido el capitán en 1974, Beckenbauer.
Sin embargo, a pesar del final feliz y
de haber eliminado a los teutones, el comienzo para el equipo naranja no había
sido bueno. En el debut, cayó por 1 a 0 ante la Unión Soviética, dejando más
dudas que certezas. Pero sólo fue una mala tarde. En el segundo partido,
apareció en todo su esplendor. Hans Van Breukelen en el arco, Ronald Koeman
desde el fondo, Frank Rijkaard en el medio para cortar y luego repartir, Rüud
Güllit en la generación de juego y, finalmente, la capacidad goleadora de Van
Basten eran los que le daban vuelo al equipo. Comenzaron con un contundente
triunfo ante Inglaterra por 3 a 1 y lograron la clasificación ante Irlanda, por
1 a 0.
En la final, tenían la posibilidad de
revertir el mal comienzo ante el mismo rival del debut. Los soviéticos habían
vencido a Italia en la otra semifinal, por 2 a 0, con un juego veloz y físico.
Pero los de naranja ya estaban desatados y sueltos, y lograron una contundente
victoria por 2 a 0 con goles de Güllit y Van Basten.
El fútbol le concedió un merecido premio a una selección que se
caracterizó por tener fantásticos
jugadores y un estilo de juego que deleita a propios y extraños. A su
vez, premió a un entrenador revolucionario ganador en Ajax y Barcelona, que
había estado a punto de obtener la gloria en un Mundial. Una copa más que
justa, ahora sólo le falta la Copa del Mundo.
El Puma
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