EL FENÓMENO


 

         “Trocar camisinha, trocar camisinha”, escuchó Carlos Mac Allister de boca de un jovencito que jugaba en Cruzeiro y enfrentaba a Boca Juniors en la fase de grupos de la Copa Libertadores de América, en 1994. En esa noche, en el estadio Mineirao, el equipo “Xeneize” se ponía en ventaja apenas empezado el partido, con un gol del uruguayo Sergio “Manteca” Martínez. Sin embargo, los brasileños, que contaban con Dida en el arco, Toninho Cerezo en el mediocampo ya casi retirándose, lo dieron vuelta con un gol de Luis Fernando y el otro por el jovencito que pidió todo el tiempo el cambio de camiseta con Mac Allister. El “Colorado” terminó tan enojado que se negó al pedido. Años más tarde, contó la anécdota en los medios y también dijo quién era ese chico: Ronaldo Nazario Lima, Ronaldo, quién al poco tiempo fue bautizado como “El Fenómeno”.



         Cuando el ambiente del fútbol lo empezó a conocer, era sabido que no iba a pasar mucho tiempo para que se lo convocara a la selección brasileña y que se fuera a jugar a Europa. Ese mismo año, fue llevado al Mundial de Estados Unidos, donde fue campeón, aunque no jugó ni un solo minuto durante el certamen. Luego de festejar la obtención de la Copa del Mundo, fue vendido al P.S.V Eindhoven, de los Países Bajos. El paso de Ronaldo por el fútbol neerlandés duró dos años, tiempo suficiente para que Barcelona se fijara en él y se lo llevara después de los Juegos Olímpicos de 1996, en donde se llevó la medalla de bronce. En Cataluña mostró su mejor versión y explotó su talento. Parecía que el matrimonio Ronaldo – Barsa iba a ser eterno, sin embargo, al año siguiente, desde Milán, Massimo Moratti, presidente de Inter rompió el chanchito y se lo llevó. En Italia vivió el momento más duro de su carrera. Después de un primer año muy bueno, en el que Inter peleó el campeonato y el brasileño ganó el Balón de Oro, las lesiones pusieron en peligro su carrera. Pasó casi dos años sin jugar y en el mundo futbolístico se pensaba que no volvería a pisar una cancha. Pero en 2001, consiguió continuidad y volvió a descollar. Gracias a eso, Florentino Pérez, presidente de Real Madrid, posó sus ojos en él y lo sumó al equipo de “Galácticos”.






         Su ida de Inter no fue bien tomada por los “tifosi”, considerándola una “traición”. Nadie se imaginaba que dicha “traición” iba a crecer años más tarde, cuando de Madrid volvió a Milán, pero para jugar en la vereda de enfrente. Pero al regresar a Italia, también lo hicieron las lesiones. En Milan logró jugar una sola temporada sano de las dos que estuvo. Pero tanto allí, como en Real Madrid, siguió demostrando su potencial, a pesar del tiempo pasado y los kilos ganados, ganándose el mote de “el gordo”.



         Después de dos años y medio, con las lesiones aquejándolos, regresó a Brasil para defender los colores de Corinthians. Ya disminuido y muy excedido de peso, su luz se fue apagando y luego de una eliminación prematura en la Copa Libertadores de 2011, decidió retirarse.



         En la selección brasileña, su carrera fue espectacular. Campeón de América en 1997 y 1999, campeón del mundo en 1994 y 2002, además de segundo goleador histórico de la Copa del Mundo. Dueño de potencia y una velocidad asombrosas, definidor letal en los últimos metros y terror de cuánta defensa se le cruzara, tejió una gran carrera en la que jugó 518 partidos y convirtió 352 goles en clubes, mientras que jugó 105 encuentros y marcó 67 tantos en la selección brasileña. El mote de “Fenómeno” está más que bien puesto.  

El Puma

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