ASESINATO EN EL SERVICIO EXTERIOR, CAPÍTULO 27, PARTE 2

    

    Cuando entró a la sala de visitas, Diletante se levantó y permaneció un instante mirándola. Tratando de disimular la fuerte impresión que le había causado, le tendió la mano cordialmente. Intercambiaron saludos y Violeta, por su parte, tampoco dejó de percibir - como se dijo antes - los leves y benévolos ojos claros de su letrado, debajo de cejas espesas. Tras algunas generalidades, entraron en materia.

    "Señorita Navalcarnero, le voy a hacer algunas preguntas y le ruego que me conteste de la manera más concreta posible".

    Vaciló ligeramente y añadió, atenuando el rigor de sus conceptos con una sonrisa: "Y que me diga toda la verdad".

    Violeta lo miró y correspondió a su sonrisa. Le caía bien este abogado.

    "Pregunte nomás, doctor".

    Las primeras respuestas llevaron a Diletante a enterarse de la presencia de su clienta al lado del occiso en el momento mismo de su deceso, de la posibilidad que tuvo de depositar el cianuro en el vodka-tonic fatal, de la coexistencia de Dorinda y del Nuncio, de la posible intervención del ama de llaves, y en fin de todos los detalles ya conocidos.

    "¿Y por qué la detuvieron?"

    "La verdad es que no sé. Muchos pudieron haber sido el criminal".

    "¿Qué relación tenía usted con el muerto?"

    "Habíamos salido juntos, un tiempo".

    "¿Salido...?"

    Aquí Violeta dejó escapar un poco de humor:

    "Y entrado también, doctor. Usted me entiende".

    El doctor la entendió.

    "¿Mucho tiempo?"

    "Un año, más o menos".

    "¿Habían roto al momento del crimen?"

    "Sí, hacía unos meses".

    "¿Por qué?"

    Violeta se quedó un minuto en silencio. Luego se encogió de hombros.

    "Porque descubrí que era un ser miserable y vulgar. Porque se me pasó el amor. O lo que fuera que sentí por él".

    "¿Rompieron en malos términos?"

    "Ni buenos ni malos. Yo comencé a detestarlo, pero creo que él ni cuenta se dio".

    "¿Esto lo sabía alguien?"

    "En realidad, no mucha gente. No fue un asunto muy publicitado, porque Arnulfo prefería el secreto. Él contaba sus aventuras y conquistas luego de terminadas, cuando ya no había peligro".

    Diletante, no obstante el secreto del sumario, había conseguido tener alguna noticia de las acusaciones y de su fundamento, a través de un amigo en el juzgado. Así se había enterado de la semi-confesión de Foffeti y de la corroboración de Roberta Pinkey.

    "¿Así que usted no sabe por qué la trajeron aquí?"

    "No exactamente. Supongo que por mi presencia en la fiesta al lado suyo en el momento del crimen, por mi anterior relación con él, y no sé por qué más. Pero lo que es pruebas..."

    Violeta también pensaba que tal vez al cobardón del Toto se le había ido la boca y había cantado la conversación que tuvieron en el bar "Atlántida", el día de su vuelta de Nueva York. Vaya a saber.

    Por su parte, Diletante la miró fijamente y le hizo la pregunta:

    "Pero dígame, Violeta, ¿usted no lo mató?"

    Nunca preguntaba eso a sus clientes, ni tampoco les pedía que le dijeran la verdad. Prefería no pasar del mundo de lo alegado y probado, ese mundo a veces tan diferente del real pero que es el único respecto al cual el Juez puede dictar sentencia.

    ¿Por qué se la habría hecho a esta mujer? El Dr. Diletante no se lo pudo contestar.

    Violeta bajó los ojos, pero respondió casi enseguida y sin vacilar:

    "No doctor, yo no lo maté".


Continuará...

Gastón Lejaune

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