ASESINATO EN EL SERVICIO EXTERIOR, CAPÍTULO 26 PARTE 3


     Una vez solos, Bermúdez apeló a su voz más convincente:

    "Esto tiene que saberse cuanto antes, Ministro, porque es un desprestigio para la Cancillería..."

    "¿Qué es lo que tiene que saberse?"

    "Bueno, parece que la Policía ya tiene la solución, pero no se anima a proseguir con el asunto".

    "¿Cómo es eso?"

    "Calígula" se inclinó hacia adelante, y adoptó una tesitura vocal aún más baja.

    "Fue la Secretario Navalcarnero. Lo mató por despecho y por odio".

    "¿Y la Policía lo sabe?" preguntó con poca convicción el Canciller.

    "El asunto fue resuelto por el Dr. Sphincter, investigador privado, y hay un testimonio de la Secretario Pinkey a quien Navalcarnero le confesó su autoría del homicidio".

    Aquí el Canciller dio muestras de cierta alarma, y se inclinó hacia adelante.

    "Pero... ¿y la Policía?"

    "El Director de Homicidios lo sabe, pero no se atreve a llevar las cosas a sus consecuencias".

    "¿Por qué?"

    "Bueno, está un poco intimidado... hay cuestiones diplomáticas de por medio... ignora cómo podría reaccionar usted... le está dando largas al asunto a la espera de que madure un poco y de que alguien por encima de él mismo le pegue un empujoncito..."

    "¡Pero qué barbaridad! No, esto tiene que ir adelante, caiga quien caiga... además los periodistas me tienen sitiado con este asunto".

    Se oyó un golpecito a la puerta del despacho, que se abrió misteriosamente. Al cabo de unos segundos, emergió de atrás del sillón la cara de Aguencerrat, con una expresión extraña.

    "El expediente de las puertas-placas está en Comercio Exterior, Ministro" dijo con tono afirmativo. Y agregó, como para indicarle que no se había tragado el pretexto utilizado para sacarlo de en medio: "Está su firma en el libro de entradas".

    "¡Qué memoria! ¡Sí, ahora me acuerdo que necesitaba la opinión de la Secretaría! Bueno, volverá en unos días, y entonces se lo traigo, Canciller".

    Mientras iban saliendo, el Canciller apretó un botón de su comunicador, y Bermúdez pudo oír que pedía una llamada con el Ministro del Interior.

    Ya en el comedorcito, Bermúdez encontró a Mac Namara que lo estaba esperando porque quería hablarle de su caso: pedirle que se acordaran de él en los ascensos que se estaban considerando en la Junta en ese momento. Apeló a los argumentos de práctica:

    "Hace cinco años que soy Secretario de Primera... ya me corresponde... ascendieron a Martínez Serenghetti y a Marta Fouchet, que eran menos antiguos... quedé en puerta..."

    El discurso prosiguió con un "recorderis" sobre sus títulos universitarios: el cursillo en Montreal mencionado como "master", el titulito de licenciado en diplomacia (dos años en una universidad privada que tuvo que cerrar sus puertas después de una inspección del Ministerio de Educación), el seminario en el Instituto...

    "Calígula" trató de disimular el profundo aburrimiento que le causaba la gestión, y se desprendió de Mac Namara dándole seguridades de que se ocuparía del caso. Mientras esperaba que la secretaria del inefable sweater le diera con el Jefe de Redacción de "El Abuso", diario de la tarde, pensó que tal vez podía deslizar una palabrita en favor del postulante. "Es divertido Al. Y en el fondo, es "gomía...". Descolgó el tubo, y tras los saludos habituales:

    "Carlitos, te quería hablar del asunto ese de Vegas... Sabés que está prácticamente resuelto..."

    Ya iba a saber lo que era bueno, Violeta...


Continuará...

Gastón Lejaune

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