ASESINATO EN EL SERVICIO EXTERIOR: CAPÍTULO 24, PARTE 3


     Pero la conversación tomó súbitamente un giro insospechado, un giro que fue alejando de la mente de Roberta toda idea de renovar su intento.

    "Todos los hombres hacen lo mismo" dijo con la mirada algo perdida. "Vegas era igual".

    "¿Vegas...? ¿Anduviste con él también?"

    Violeta asintió.

    "Al principio, todo fue muy bien. Yo estaba encantada con su ingenio, con su viveza, con esa actitud ante la vida que consistía en sacarle todo el jugo posible a cada minuto, a cada circunstancia, si era posible a costa de los demás. Me hacían gracia sus pequeñas canalladas, su ironía mordiente, naturalmente cuando las destinaba a otros. Pero cuando llegó el momento, me las hizo a mí. Fue un miserable. Pero también, ¿qué esperaba yo?"

    Aquí Violeta hizo una pausa, no decidiéndose a continuar en este tren de confidencias. Pero siguió como hablando en sueños, sin poder contener sus palabras:

    "Tal vez no mucho, tal vez simplemente que me acompañara cuando quedé..."

    Aquí se detuvo nuevamente.

    "¿Cuando quedaste qué?" preguntó Robertita, mecánicamente.

    Sin responder, Violeta continuó:

    "No fue capaz de acompañarme al médico, ni de ayudarme cuando hubo que hacer la operación, ni siquiera de venir a verme. Apenas se enteró de mi estado, fue imposible encontrarlo. Se hacía negar, desapareció de todas partes. Después del..." aquí Violeta vaciló, "...después que todo pasó, cuando supo que no había más peligro, me vino a ver. Pero yo ya lo odiaba, soñaba con vengarme, con matarlo..."

    Las implicaciones de estas palabras se abrieron camino por entre las emociones que confundían el entendimiento de Roberta. ¿Estaría por recibir una confesión? ¡Y qué confesión!

    "¡Tan vulgar que resultó ese hombre! No valía nada. Quiso acostarse conmigo otra vez, ahora que ya no tenía la responsabilidad del embarazo, pero me daba asco. No podía soportar que me tocara. Estaba obsesionada por vengarme".

    Violeta sirvió más vino; llenó su copa y completó la de Roberta, que apenas había tomado un sorbo. Después de un substancial trago, se echó a reír con una risa seca y ronca. "Le rire canaille" pensó Robertita a pesar suyo, y se retiró algo. 

    "Una de esas veces cuando vino a casa, con intenciones de... echarse un polvito gratis y de mamarse a costa de mi bodega, me tomé el trabajo de rayar varias píldoras de unos barbitúricos que tenía, y los disolví en su copa. Al quinto o sexto vodka-tonic, se quedó dormido, con la boca abierta. Parecía un muerto..."

    Roberta la miraba fascinada, no podía emitir sonido. Su copa estaba intocada, mientras que la de Violeta se había llenado en este interín un par de veces y vaciado otras tantas.

    "Está ebria" pensó Roberta. Y en efecto, Violeta no manejaba ya bien su vocabulario y su dicción se había tornado estropajosa. 

    "Le pegué varias... cachetadas. Varias". Violeta asentía mientras decía eso, como si todo fuera muy gracioso. "Pero la bestia no se despertaba. Estaba dormido profundo..."

    Violeta tomó otro trago, y con la copa alzada, mirando a su través a la luz de la lámpara, prosiguió su narrativa.

    "Después agarré un bastón, y le pegué varios golpes, con la empuñadura... En la cabeza, le saqué sangre... Nada. Varias patadas. Nada. Traté de ahogarlo con la almohada, pero al final creo que me faltó el coraje. Pensé que, con suerte, los barbitúricos lo estaban matando. Porque le di bastantes... Pero el hijo de puta no se murió... aunque a veces parecía que no respiraba más... Al día siguiente se despertó, hecho mierda, pero pensó que había sido una borrachera..."

    Violeta giraba la cabeza a derecha e izquierda, se reía silenciosamente, y de repente pareció mareada.

    "Una... simple... borrachera. Y yo pensando que lo... había matado. Me falló... el cálculo. Me falló... esa vez..."


Continuará...

Gastón Lejaune

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