ASESINATO EN EL SERVICIO EXTERIOR: CAPÍTULO 18
ROCAMBOLE
Menchaca quedó muy intrigado después
del interrogatorio a Schmuziger. Era un carácter difícil, y se podía uno
preguntar si se trataba de un verdadero orate, o si se hacía el loco. Pero es
que no le convenía fingir descontrol, todo lo contrario, hubiera debido
demostrar equilibrio, cordura, sobriedad. Obviamente, él se apercibía de eso, y
de ahí los hercúleos esfuerzos realizados para recuperar el dominio de sí
mismo, cuando se extraviaba en un wagneriano bosque de media lengua y
teutonismo. Era, entonces, un semi desbalanceado, un hombre que andaba por la
vida como sobre una cuerda floja, un fronterizo, concluyó esta vez
definitivamente Menchaca.
Pero sería un fronterizo criminal?
Obviamente, se trataba de un impulsivo descontrolado de tendencias sádicas, por
lo que un crimen no era de descartar. Recordaba la famosa bolilla de "La
mentalidad criminal", en cuya lujosa descripción se lucía Querejeta y la
famosa "locura moral" de Lombroso, que impedía al afectado distinguir
el bien del mal. Y este hombre, este Schmuziger, evidentemente carecía se
sentido moral, era un tipo cruel...pero ¿sería realmente el asesino de Vegas?
Decidió llamar a su otro ayudante, a
quien había mantenido ajeno al asunto debido a que su fantasía era tan
abundante que solamente cabía consultarlo cuando ya se tenía alguna idea
concreta, de lo contrario corría uno el riesgo de perderse en mil caminos
divergentes.
Tocó un timbre y mandó llamar al
Teniente Dionisio Rocambole, quien al minuto se encontraba delante suyo.
"Ordene, señor" fueron sus
correctas palabras.
"Sentate, Dionisio. Quiero
pedirte una opinión sobre el crimen de la Embajada"
"Usted dirá, señor
Comisario".
Menchaca lo puso al tanto de todos
los desarrollos que hemos venido narrando, de los pareceres de Mazzuchelli y de
algunas de sus dudas, pero no de todas sus propias conclusiones porque
Menchaca, como diría él mismo en humor coloquial, jamás "largaba
prenda" sino al final de la investigación, cuando ésta ya se hallaba
resuelta.
Dionisio escuchó atentamente todo
este largo monólogo del Comisario, y cuando hubo terminado y sin esperar a que
se le preguntara su opinión, dijo:
"Es Schmuziger, sin duda. Hay
que meterlo adentro para que afloje bajo un buen interrogatorio"
"Dionisio, ubicate. Schmuziger
es un Embajador Extraordinario y Plenipotenciario. Si bien es cierto que sus
colegas no lo consideran del todo uno de ellos, porque no es de carrera, tiene
un exaltado status social...no se
puede..."
"¿Qué quiere decir ésto de que
'no es de carrera'?"
"Bueno, parece que era uno de
esos agentes que la SIE coloca en las Embajadas, y cuya misión teóricamente es
la de hacer de espías y transmitir información secreta sobre asuntos del
país..."
Rocambole dejó escapar un casi
inaudible silbido de sorpresa y admiración.
"No sabía que teníamos esa
organización..."
"Bueno, son empleados públicos
que una vez llegados a la Embajada a la que se los agrega, no saben bien qué
hacer para justificar su sueldo. Entonces imitan lo que hizo su predecesor..."
"Y qué hicieron los
predecesores?"
"Según declaraciones de gente
'de la casa' nada en especial. Normalmente, establecen algún contacto con la
policía local, o con algunos personajes de la misma policía, que les dan los
datos de que disponen sobre los agitadores fichados o los comunistas
locales...que nuestros agentes se apresuran a enviar a Buenos Aires. Pero su
principal ocupación es espiar a los diplomáticos de la propia embajada..."
A esta altura, Rocambole no seguía
muy bien la narrativa.
"Es que hay temores de que
nuestros representantes hagan una alianza con el país local para traicionar al
nuestro...al suyo...en fin, a la Argentina?"
Menchaca, ya ducho en estas cosas
del Servicio Exterior, no pudo contener una sonrisa.
"No, en realidad no creo que se
haya registrado un solo caso de traición en toda la historia diplomática
argentina. No, los espían para ver si son confiables en otros sentidos...por
ejemplo que no sean de izquierda, o que no tengan una amante, o no sean
maricones..."
"¡Pero Comisario, maricones hay
en todas partes!"
"Sí, pero siempre es bueno
saberlo, por lo menos para la SIE, que tiene mucho que ver con …”
Pero aquí Menchaca prefirió no decir
con quienes tenía tanto que ver la SIE y dejó la frase en el aire. Rocambole
prefirió no insistir. Menchaca retomó:
"Vos sabés cómo son las cosas
en nuestro país. Al cabo de un tiempo, Schmuziger se dio cuenta de que la tarea
diplomática era mucho más interesante que la pertenencia a esa otra, su
dependencia del Estado y se fue quedando. Un buen día, bajo un gobierno
militar, un apreciable número de los miembros del SIE que habían estado un
cierto tiempo en el servicio exterior, fueron transferidos y blanqueados.
Pasaron directamente al escalafón de Relaciones Exteriores..."
"¿Y no hay puestitos de
agregados policiales?"
"Todavía no, pero no te extrañe
que los inventen, al paso que vamos..."
"¿Y estos señores continuaron
espiando?"
"No oficialmente, al menos.
Pero algunos de ellos siguieron en contacto con su anterior oficina, lo que les
permitió asumir una actitud reservada y algo amenazadora en relación con los
funcionarios normales."
"¡A Schmuziger no le fue muy
bien!"
"No, Vegas era un tipo de
acción. Creo que se debe haber cargado a uno o dos antes de que terminaran con
él. Cuando joven fue de las brigadas de choque de la Alianza... Luego cambió de
orientación política, también él se dio una mano de cal..."
"¿Qué hacemos entonces,
Comisario?"
"Vigilame al tudesco éste, no
lo dejés ni a sol ni a sombra"
"¡Comprendido, señor Comisario!"
Y haciendo un ostentoso saludo
militar, el Teniente Dionisio Rocambole se alejó en dirección a la salida. Lo
primero que hizo fue dirigirse a la oficina de Mazzu quien, al ver entrar al
Teniente, se paró y saludó.
"Descanso, Mazzuchelli. Quiero
todas las informaciones que me pueda dar sobre el Embajador Schmuziger,
empezando por su dirección particular y sus hábitos"
Sentados ambos, Mazzu comenzó a
darle todos los datos solicitados.
Continuará...
Gastón Lejaune
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