DE SAN MIGUEL DEL MONTE A LA GLORIA
A comienzos de la década del 60,
llegaban a Quilmes para probarse, entre otros, dos chicos desde San Miguel del
Monte. Uno, de apellido Pando, era quién supo de la prueba y quiso ir desde el
comienzo, pidiéndole a otro coterráneo que lo acompañara. El segundo fue quién
quedó en el “Cervecero”, como arquero, y debutó años más tarde, en la
Bombonera, frente a Huracán. El primer partido, no pudo ser peor, recibió seis
goles en una derrota sin atenuantes ante el “Globito”. Ni él mismo, esa tarde,
imaginó que eso sólo era un pequeño tropiezo en una grande e impresionante
carrera. Ese muchacho de Monte, cuyo nombre era Ubaldo Matildo Fillol y era
conocido como el “Pato”, comenzaba a escribir una rica trayectoria.
Con tan sólo dos años en la primera de
Quilmes, Racing posó sus ojos en él y se lo llevó. Su rendimiento en la “Academia”,
lo llevó a ser convocado a la selección argentina y a que River Plate, equipo
del que es hincha, lo fuera a buscar. El “Pato” tenía dudas, ya que en ese
entonces, el equipo “Millonario” no lograba salir campeón desde hacía 16 años
(fueron 18 en total hasta que rompió el maleficio). El entrenador de Racing,
Ángel Amadeo Labruna, símbolo de River, lo convenció para que se mudara a
Núñez, dónde al poco tiempo se reencontraron para terminar con la sequía de
títulos, en 1975. En el interín, fue convocado como tercer arquero de la
selección en el Mundial de Alemania Federal de 1974. Debutó con la camiseta
albiceleste en el último partido del certamen, con el equipo ya eliminado,
frente a Alemania Democrática. En los años siguientes, Fillol ganó varios
títulos locales con River y se consagró campeón del mundo en el campeonato de
Argentina 1978, siendo el mejor arquero del Mundial.
Luego de obtener siete campeonatos en
diez años, jugando para River, y de disputar la Copa del Mundo en España, en
1982, el “Pato” se fue de Núñez, tras mantener un conflicto con la dirigencia.
Meditó el retiro, pero fue nuevamente convocado por Labruna, quién estaba
dirigiendo a Argentinos Juniors, para ir a La Paternal. Ese equipo que Labruna
estaba formando, en 1983, terminó siendo campeón local y de América dos años
después, pero con otro entrenador.
A finales de ese año, emigró a Brasil
para defender el arco de Flamengo. En el equipo carioca estuvo dos años antes
de recalar en Atlético Madrid y obtener la Supercopa de España. En 1985, disputó
las eliminatorias con la selección argentina para el Mundial de México del año
siguiente. Carlos Salvador Bilardo, entrenador del conjunto albiceleste, lo
utilizó como titular en los seis partidos de esa clasificatoria, pero
finalmente no lo llevó a tierras aztecas. Eso último lo decepcionó y, según sus
palabras, jamás recibió explicación alguna del entrenador.
Pero la carrera de Fillol continuaba.
En 1987 regresó a Racing, dónde obtuvo la primera edición de la Supercopa Sudamericana,
al año siguiente. En la “Academia” formaron un equipo fuerte y protagonista,
pero no pudo ganar el campeonato local. Dos años después de aterrizar en
Avellaneda, se mudó por última vez en su carrera, para finalizar en Vélez
Sarsfield. Atajó en Liniers durante un año y medio y le puso punto final a su
espectacular carrera, en diciembre de 1990, hace hoy 30 años. El destino quiso
que su último partido lo disputara en el estadio Monumental, ante su amado
River. Como no podía ser de otra manera, fue la figura del encuentro,
calificado con un 10 por los medios gráficos, atajándole un penal a Rubén Da
Silva y evitando que los de Núñez ganaran el campeonato. Su profesionalismo
quedó más que probado y no sólo en ese día.
Ubaldo Matildo Fillol es considerado,
al día de hoy, como uno de los mejores arqueros de la historia del fútbol
argentino. Es, junto a Hugo Orlando Gatti, quién más penales atajó en
actividad, con 26. Inició su carrera de manera “catastrófica” en la cancha de
Boca, recibiendo seis goles, se retiró de forma “heroica”, en la cancha de River,
siendo figura y retirado en andas por sus compañeros. Ese muchacho que llegó a
los 13 años a Quilmes, desde San Miguel del Monte, fue derecho a la gloria.
El Puma
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