ASESINATO EN EL SERVICIO EXTERIOR: CAPÍTULO 11
EL
MEMO DE MAZZUCCHELLI
En el sillón de su escritorio, Angel
Menchaca reflexionaba seriamente.
"Mazzuchelli cree tenerlo todo
resuelto. Navalcarnero, inducida por Foffeti de quien está perdidamente
enamorada, o con quien tiene interés en casarse, lleva una dosis mortal de
cianuro de potasio en un dedalito ad‑hoc y aprovechando el primer descuido, la
vierte en el vodka‑tonic de Vegas.
Motivos de Navalcarnero: la seducción, el apoderamiento de su voluntad por
Foffeti. Motivos de Foffeti: el odio irracional que sentía por Vegas y el
obstáculo que éste representaba en su carrera, combinados con una personalidad
no sólo desequilibrada, sino hasta psicopática según ciertos testimonios."
Consultó un memorándum firmado por
el Escribiente en su habitual estilo, mezcla de interrogatorio testimonial y de
glosas personales, y leyó:
"Entrevista con el Jefe de
Personal y Secretario de la Junta Calificadora, Embajador Juan Carlos
Falson".
Su atención se vio atraída por un
párrafo que sucedía a las clásicas fórmulas iniciales. Tras decir que se había
"apersonado" al Director en su despacho,y lo había sometido a un
interrogatorio, hecho en función de ciertos parámetros y a nivel de algunos
apretones que, aclaraba Mazzuchelli por las dudas, fueron meramente verbales,
el texto en cuestión así proseguía:
"El Embajador Falson me
manifestó que la Junta Calificadora, consultada por el señor Canciller en
función de los traslados al exterior que saldrían en noviembre, recomendó para
el cargo de Representante Permanente ante las Naciones Unidas en Nueva York al
Embajador Foffeti. Preguntado para que aclare sus dichos, contestó que eso
quería decir Jefe de la Misión en ese lugar. A nivel personal, tengo la
obligación de expresar, con la venia del señor Comisario, que al decir esto me
pareció algo molesto el Jefe de Personal y luego de algunas reticencias me
confidenció que el Canciller no había seguido para nada tales parámetros, quien
privadamente le había pedido que en horas de la tarde del mismo día preparara
dos decretos, uno promoviendo al Ministro Vegas a Embajador, y otro enviándolo
como Jefe de nuestra Misión ante las Naciones Unidas. El Jefe de Personal me
dio a entender que Vegas, en sus propias palabras, 'había movido cielo y
tierra' para alcanzar este objetivo, y que sus motivaciones eran simplemente
las de 'reventar' a Foffeti, porque en realidad las Naciones Unidas le
interesaban muy poco. Dos senadores de la Comisión de Acuerdos, el Cardenal
Primado, tres Ministros del Gabinete y el Jefe de la SIE, contra apenas dos
diputados nacionales y un gobernador de provincia de Foffeti. Se veía que este
último se había dormido, confiado en obtener esa posición por los antecedentes
que ostentaba y que acreditaban su especialización en el ramo. Pero el asunto
no pasaba por ahí, según los dichos del Director de Personal. Además, me
expresó en voz baja que el asunto lo colocaba en una situación muy comprometida
por sus relaciones de amistad con los dos sujetos. También a nivel aclaratorio
debo explicitar que me dio la impresión de que el Jefe de Personal guardaba
ciertas reticencias en este asunto. Preguntado para que de otros detalles, el
Embajador agregó que no vio otra manera de salir de la situación que hacerle
saber a Foffeti, en forma reservada, lo que había sucedido, a los efectos de
que no se enterara de la noticia a través de los medios masivos de comunicación
y para que adoptara las medidas de precaución que se presentaran dentro del
campo de sus posibilidades. Añadió que Foffeti había parecido poner en tela de
juicio su amistad, lo que le había producido una gran preocupación. Preguntado
para que aclare lo anterior expresó que esa preocupación se fundamentaba a
nivel de la reacción exagerada de su colega ante la noticia. Añadió que nunca
hubiera imaginado que un hombre como el Embajador Foffeti pudiera abatirse
tanto en función de esa novedad. Como me apercibí de que el testigo vacilaba,
le insté a proporcionar más parámetros, a lo que dijo que trascartón del
abatimiento el causante se internó en un estado de ánimo totalmente opuesto.
Instado a que aclare lo anterior, el testigo Falson dijo taxativamente que 'un
torrente de injurias' y de palabras gruesas había salido de la boca de Foffeti,
quien pareció 'fuera de sí mismo'y descontrolado. Agrego el testigo que en ese
momento el susodicho Foffeti le deseó a Vegas mil muertes atormentadas y con
grandes sufrimientos. Me agregó que creyó si no hubiera conocido al Embajador
tantos años, le hubiera parecido encontrarse en presencia de un loco furioso y
homicida."
Menchaca razonaba de esta manera
mientras leía: "El Escriba" ‑que así llamaba a Mazzucheli algunas
veces para sus entretelas‑ "no ha descuidado detalle. Este testimonio de
su carácter psicopático es una piedra de molino en el cuello de Foffeti: lo que
no resulta creíble en una persona normal, puede ser cierto en un psicópata, que
no distingue la realidad de sus propias fantasías o temores. Y hay que
reconocer que Foffeti es medio loco. Pero falta algo más: se debe disipar la
incógnita de cuál es el verdadero carácter de la presunta ejecutora. De haber
sido ella la autora del desaguisado, también tendría que ser medio tocada
porque nadie se mete así nomás en tales líos."
De esta manera continuaba sus
razonamientos el Comisario Inspector y en la persecución de sus silogismos
hojeaba el expediente informal que el fiel Mazzu había acumulado para su
información. De repente, cayó en un memo reciente, de hacía apenas tres días,
que le llamó la atención:
"Declaración confidencial de
Ataliva Radelgrueber"
" Quien cazzo será este Ataliva
Radelgrueber?" se preguntó Menchaca algo precipitadamente, porque la
respuesta estaba en una nota de pie de página llamada por un asterisco.
Descendió la vista:
"(*) Radelgrueber (Ataliva): ex
informante de la Institución. Desechado a instancias de algunos colegas debido
a sus numerosos vicios" ‑por la mente del Comisario Inspector pasaron como
un relámpago palabras como cocaína, alcohol, marihuana, y otras similares‑"que
no lo hacían confiable, sin embargo proveyó en ciertos operativos recientes
algunos datos muy efectivos. Personalmente lo encuentro útil, y le suministré
la información de que andábamos detrás de Navalcarnero. Suele estar de guardia
en el restaurant y bar La Atlántida donde se hace pasar por un ciego que toca
el bandoneón. En esas circunstancias pudo presenciar lo que narra en el
principal."
Volviendo entonces al principal,
Menchaca leyó:
"En circunstancias en que el
susodicho Ataliva Radelgrueber se encontraba tocando el bandoneón" ‑la
palabra "fuelle" había sido borrada, pero no para un ojo entrenado
como el del Comisario Inspector‑ "se apercibió de que la sujeto llegaba
como a las 18 horas y tomaba asiento frente a una mesa en el fondo del local,
como para no ser observada desde la calle. Al cabo de un rato, un individuo de
anteojos negros, y bigote, de estatura mediana, algo duro ‑tambien
"durazno" habia sido objeto de una borratina‑ para caminar, y con aspecto de hombre del
oficio, porque portaba corbata blanca con camisa oscura, se le arrimaba y la besaba
en la mejilla.
Mantuvieron una conversación
animada, en la que el hombre le hacía reproches, aunque sólo podían oírse
palabras sueltas, entre ellas algo como que tenía que haber esperado antes de
hacer cierta cosa, pero el informante no pudo entender en función de qué le
interponía esas quejas. Cuando entraron dos individuos con aspecto de chinos a
comprar cigarrillos, el hombre se puso como nervioso, se levantó y fue al
retrete. Cuando se retiraron los orientales, volvió y esta vez fue ella la que empezó
a hacerle reproches. Preguntado para que diga el informante qué interpretaba de
todas estas circunstancias, contestó que a su juicio el taita y la sujeto
parecían tener una relación personal bastante íntima. Instado para que abunde
sobre lo anterior, expresó que de afuera parecía una conversación entre dos
amantes. Preguntado sobre los dos chinos y el retiro del hombre al baño, no
supo dar razón. Preguntado si había visto anteriormente a ambos sospechosos en
ese mismo bar, frunció el ceño y pareció pensar, para decir finalmente que
creía que sí, pero hacía bastante tiempo. A ella estaba seguro de haberla
visto, porque según su expresión "es una percanta muy garifa", y
ahora que pensaba la había visto con diferentes hombres, todos muy raros, con
anteojos negros y barbas o bigotes anticuados, aunque se corrigió porque dijo
que hoy en día volvieron a usarse, y la gente andaba por ahí con bigotes como
en los cuadros de antes."
Aquí levantó la vista Menchaca,
mientras pensaba, siempre bajo el hechizo del lunfardo: "Esta Navalcarnero
es una mina bastante complicada. Tendrá un cafiolo que la explota, o que la
dirige. La pregunta es: qué tiene este tipo que ver con él crimen? Después de
todo, parece un hombre del oficio, aunque el hecho de usar corbata blanca sobre
camisa negra no es definitivo". En todo caso, el episodio arrojaba una luz
algo siniestra sobre la personalidad de la "sujeto" y hacía dudar
sobre el verdadero carácter de su relación con Foffeti. Menchaca se propuso ir
más a fondo.
Continuará...
Gastón Lejaune
Comentarios
Publicar un comentario