ASESINATO EN EL SERVICIO EXTERIOR: CAPÍTULO 9


 

                                     MÁS REFLEXIONES E INTERROGATORIOS

 

            El despacho del Comisario Inspector era austero, pero cómodo. El lo enriqueció con algunos cuadros y una alfombra, amén de una lámpara y objects d'art traídos de su casa. Producto de una excursión al depósito de la Comisaría había sido un sillón Morris, cuyo vetusto tapizado cubrió con un colorido ponchito peruano, y que alojaba con comodidad sus huesos en los momentos en que quería reflexionar sobre la vida en general y sobre los asuntos entre manos en particular.

            Llamó a un vigilante y le pidió que le preparara el mate. Mientras esperaba que se lo trajeran, se sentó y se aflojó la corbata, al tiempo que respiraba hondo y relajaba el cuerpo. Se sintió muy bien, allí en su cueva, cómodo en el viejo Morris, retemplado por el licorcito que había ingerido en ese corto momento de casi comunión con Ulata.

            "Ulata!" pensó, en la efusión de ese bienestar."Pobre Ulata! Con sus hijitos tan lejos, con ese Bator que la controla, con la bestia de Dorinda que le quiere poner la pata encima. Y con ese castellano de carnaval!"  No pudo menos que reírse suavemente. Todo era suave en esa tarde de primavera, la temperatura, la luz del atardecer, los sentimientos de Menchaca, aún su risa.

            Pero la comprobación de que había avanzado muy poco le arruinó esa auto complacencia que lo comenzaba a desbordar. Se cebó un mate, y su sabor amargo, como siempre, lo reintegró a la realidad. Poco avance en las dos pistas "fluídas" de Mazzu. Una era la de los pseudo malandras importados, otra la del profesor de tenis. Los primeros habían resultado agentes del Gobierno, acaso policías ("Vigirantes de Mittermongoria" recordó claramente Menchaca) que sólo querían proteger al Embajador, no matar a Vegas.

            "Qué extraño, de todos modos, que ese grupo de custodios hubiera debido viajar 20 o 30.000 (o 40,000 por lo que a él le importaba) kilómetros hasta Buenos Aires para cumplir una misión que se satisfacía con agentes locales! Había algo que no cerraba. Quién manda cuatro o cinco monos a esa distancia, y menos con la misión de custodiar a un Embajador? Claro que si el custodiado era un tipo importante, eso cambiaba, porque total la plata gastada para mandarlo hasta acá era del Gobierno, no de ellos.

             Vaya a saber! bostezó Menchaca y se tomó otro mate.

            Pero Bator no le gustaba nada, "Tiene una gran cara de hijo de puta" pensó "Y la primera impresión rara vez me engaña", se aseguró, olvidando piadosamente todas las veces que lo había engañado.

            Mandó llamar a Mazzuchelli, quien compareció al punto; en realidad, había estado esperando la oportunidad para visitar a su Jefe y enterarlo de las últimas novedades. Encontró a Menchaca en uno de esos estados que él solía calificar de "soñadores", sentado en el Morris, la mirada en el vacío, el cuello del uniforme desprendido y un mate ya frío en la mano.

            "Acabo de tomar declaración al Ministro Malaparte, señor." le dijo, sin esperar a que el Jefe la explicara la razón del llamado.

            "Y...?" Pronuncio Menchaca, algo despistado por el nuevo tema traído bruscamente por su auxiliar.

            Mazzu prefirió continuar la narración sin responder, por ahora, al sonido inquisitorio del Comisario.

            "También a Yáñez Haedo, del Viso, Fernández de Santos y Domenech.  Pasaré en limpio las declaraciones y se las entregaré..."

            Tras una pausa, para atraer la atención todavía vagabunda de Menchaca, el Escribiente Mayor dejó caer su petardo:

            "Creo que el número de sospechosos se amplía...por lo menos, con otro Embajador."

            "Eh!!"

            "El Embajador Schmuziger"

            "¿Y ese?"

            "Otro enemigo mortal de Vegas. Hubo entre ellos grandes...movimientos en función de la esposa del Embajador Schmuziger, quien mantenía una relación de tipo...ejem! clandestino con el Ministro Vegas."

            "Pero qué gente complicada!" exclamó el Comisario, algo superado por los acontecimientos. "No tienen otra cosa que hacer que andar metiéndose cuernos día y noche?"

            "El Ministro Malaparte me relató algunos pormenores del más alto interés, señor, que abonan mi convencimiento, mayor cada día que pasa, de que la presente causa se inspira en móviles de carácter pasional."

            Menchaca miró a su subordinado con aire interrogador. Mazzu continuó, ya con voz de explicación:

            "En efecto, señor Comisario, digo lo anterior en función de algunas pistas e indicios confirmantes de presunciones que, como dice el Código de Procedimientos en lo Criminal de la Capital Federal, son varias, precisas y concordantes."

            Menchaca continuaba con su aspecto intrigado. Mazzu, alentado como consecuencia directa de la redondez alcanzada por la anterior frase, comenzó a desarrollar su tesis con la actitud de un vendedor de alfombras que, en un bazar persa, desplegara ante un comprador una Bokhara antigua.    

            "Este es un crimen de encargo, señor. Y es un crimen  pasional."

            Corta pausa, para que estos conceptos se asentaran en la mente de Menchaca. "El autor material es una mujer, sin ninguna duda. La muerte por envenenamiento es un crimen típicamente femenino".

            Nueva interrupción, mientras trataba  de recordar las palabras exactas del libro de texto de criminología, que tuvo que tragarse en la Academia de  Policía. Y todo para que? pensó amargamente Mazzu. Para que después Romero, que pasó con un cuatro, le robara el ascenso a Subteniente!

            "La jurisprudencia francesa es particularmente rica  en ejemplos de estos procedimientos criminales. El famoso caso de Lyon..."

            Aquí fue interrumpido sin contemplaciones por Menchaca.

            "Bueno, ahórrese el discursito, Gerardo. Yo también fui a la Academia y lo tuve al loco Querejeta en Criminología..."            Algo apichonado, Mazzuchelli continuó, animándose nuevamente a medida que su tesis brillaba como un diamante a la luz de su discurso.

            "Bien, señor, pero me hará usted la cortesía de admitir aunque sea a mero nivel hipotético, por el momento, que fue una mujer el autor material. Sin embargo el instigador, el autor intelectual, el cerebro que movió el brazo asesino es otro."

            De repente, Conan Doyle se coló por su inconsciente:

            "Nos encontramos con un hombre de diabólica inteligencia..."

            Menchaca exhaló un audible suspiro, que Mazzu en su entusiasmo dio por no percibido.

            "...que no se limitó a servirse de un instrumento pagado. Eso hubiera sido un recurso ordinario, vulgar, propio de un crimen de vecindario. Fue mucho más allá de eso...un expediente que complica la explicitación...quiero decir que eligió a un instrumento que odiaba al Ministro Vegas...y que en función de...para implementar ese odio, lo mató."

            El corto final de la demostración opero como un anticlimax, dada la inexperiencia de nuestro amigo en vender alfombras orientales.  El Escribiente Mayor no se había sabido expresar bien, pensó Menchaca, y acudió en su auxilio:

            "Quiere decir, Gerardo, que el autor intelectual no quiso dejar sus impresiones digitales, por así decirlo, a través de un ejecutor que respondiera a instrucciones,...explícitas. En cambio, eligió concienzudamente a la que se convertiría en autora material, y fue ejerciendo sobre ella un trabajo de convencimiento, lo que aquí llamaríamos un..." Menchaca rebuscó un vocablo de la jerga psicológica, con la que estaba familiarizado, pero ya el lunfardo y sus aledaños eran para él una segunda naturaleza"...'meloneo' para que consumara el crimen. Y la eligió precisamente por su historia, porque le constaba su odio hacia el "Verde", a través de algunos episodios íntimos que él conocía. De esta manera salvaba su responsabilidad y las indicaciones varias, precisas y concordantes recaían inexorablemente sobre el instrumento utilizado. Ingenioso, eh, Gerardo!"

            Gerardo miró con desconfianza a Menchaca. No se estaría apropiando de la idea para hacerla pasar por suya? Después de todo, pensó, no sería la primera traición que le hicieran en su carrera. Pero Menchaca lo tranquilizó.

            "Es una hipótesis interesante, Escribiente. Y qué otras indicaciones puede aportar ahora?

            Mazzuchelli quedó un instante pensativo. Luego retomó, discurriendo:

            "A mi modo de ver, señor, aquí hay dos pistas. Si me permite, daré los parámetros de la primera, que estaría conformada alrededor de un eje al que podríamos designar como el eje Schmuziger-Violeta"

            "Cómo esta de avanzado este muchacho!" Pensó con algún recelo Menchaca. Y a continuación:"Explíquese, Escribiente"

            "Schmuziger es un carácter extraño. El Ministro Malaparte me lo describió con exactitud en la entrevista que mantuve con él en horas de la mañana: prusiano, aquejado de pasiones fuertes, contenido, orgulloso...Vegas lo afrentó en función del adulterio de su esposa, luego lo humilló mediante una escena de pugilato y la neutralización de su arma, y por último lo colocó en una situación de ridículo escribiendo para una publicación periódica un artículo sobre esa temática..."

            Menchaca pensó en regalar a Mazzu un buen diccionario en la primera ocasión, y luego dijo en voz alta:

            "Pero esto es muy serio, Gerardo. Explíqueme un poquito más cómo es esto del Embajador Schmuziger."

            Gerardo transcribió, con pelos y señales, la declaración de Malaparte, incluyendo sus espasmos e hipidos.

            Menchaca se mostró muy interesado. Distraídamente, tras cuidadosa reflexión, le dijo a Mazzu:

             "Esto justificaría un crimen pasional, Gerardo. La información es muy valiosa."

            Gerardo lo concedió, pero introdujo otro precioso ingrediente en cualquier situación humana: la índole de los personajes y los hechos del caso.

            "Allí esta el punto débil, señor: Schmuziger tiene el motivo, pero no los medios. Schmuziger con las mujeres es un... es un...paquete, perdonando la expresión, no tiene lo que se dice..., en palabras modernas, el carisma. A qué mujer iba a utilizar para el encargo, si la única que tuvo se le escapó con el Ministro Vegas? Además, con Violeta no andaba..."

            "Y por qué tiene que ser Violeta?"      

            Aquí se quedo un poco cortado el Escribiente, pero  reaccionó pronto, porque tenía su teoría bien armadita.

            "Pero...y quién va a ser, sino la Secretario Navalcarnero? El asunto está claro: a) Este es un crimen pasional, porque no es lógico. b) El instrumento es una mujer, porque el veneno es un arma femenina. c) Quien estaba en condiciones de hacerlo? Tres mujeres: Violeta, Dorinda y...el ama de leche..., como se llama?"

            Menchaca se rió.

            "El ama de llaves, Gerardo...como nodriza no le faltarían condiciones, a juzgar por las apariencias...pero siga: se llama Ulata."

            "Bueno, Dorinda no fue, porque no tiene motivos...y Ulata tampoco, por la misma razón. Violeta odiaba a Vegas, y Violeta tiene ese carácter algo audaz, alocado..."

            "Gerardo, no rechazo totalmente su teoría, pero le recuerdo que no debe ignorar todas las otras posibilidades. En primer término, podría no haber sido una mujer. Si bien es cierto que, como nos lo enseño el insano Querejeta, con su jurisprudencia francesa y su loba de Lyon y todo ese fárrago de teorías, es arma preferida de las mujeres, no se puede por ello descartar completamente a los hombres. Y si de mujeres hablamos, qué sabe usted de las otras dos? De Dorinda, por ejemplo? Qué sabe sobre los abismos de pasión que pueden ocultarse tras el telón de su flequillo?

            "Discúlpeme, señor, pero esa chica es muy correcta."

            "Muy idiota, querrá decir, pero eso no la excluye. Sabía usted que andaba con Vegas, y que éste la largó ignominiosamente por Violeta?  Sabía que quería atraer a su transitado lecho al Secretario Bator? Y que andaba con el profesor de tenis, ese Méchant? Y que ahora comparte sus inagotables espasmos con Sphincter, quien cree que se ha comido un virguito santo?"

            Gerardo lo miraba, asombrado, sin decir palabra.

            "Y de Ulata, qué sabe usted? Sabía que odia a Bator y adora al Embajador Ulano? Sabía que tiene un par de hijos en Mittelmongolia, y que esta juntando todos los pesos o dólares que puede para mantenerlos?"

            "Bueno, pero que tiene que ver con Vegas? " acertó a pronunciar Mazzuchelli.

            Impávido, prosiguió Menchaca:

            "Puede tener que ver con Vegas lo mismo que un hit man de la maffia con su víctima: nada. Pero eso no excluye al hit man ni a Ulata."

            Tras esas rotundas palabras, Menchaca continuó con un convincente razonamiento:

            "Hay tres mujeres para elegir. Suponga que Dorinda, o Ulata, han actuado como instrumento de alguien, o que han seguido los impulsos de su propio corazón por odio al occiso. Dorinda puede ser un ejemplo de lo segundo, y un eje que pase por Ulata-Schmuziger podría ser una ilustración de lo primero. Schmuziger no tendrá carisma, pero tiene plata, y la plata le interesa a Ulata, no por la plata misma, sino por sus hijos, a los que quizá quiera sacar de Mittelmongolia para que vivan en mejores condiciones en otro país. No hay nada más peligroso que una mujer ambiciosa respecto a sus hijos. Son capaces de cualquier cosa para cumplirlas."

            El Escribiente Mayor se había sumido en un mutismo hostil, como adhiriendo tercamente a su hipótesis y cerrando las orejas a cualquier otra.

            "Mejor todavía, un eje de tres puntos: Ulata - Méchant - Schmuziger. Mechant es un tipo de avería, que tuvo una condena y que nadie sabe lo que es capaz de hacer. El convence a Ulata y es quien le entrega el dinero, que no es suyo sino del Gran Jefe Schmuzie. Este no es visible por causa de las nubes que circulan a su altura, Ulata no sabe de su existencia, ella se entiende con Méchant. Finalmente, no estuvo el tenista hablando con ella, después de haber conversado con Schmuziger en las condiciones descritas por Malaparte, todo ello en la recepción del día nacional de Mittelmongolia?"

            Tras mordisquear una galletita, así prosiguió el ahora locuaz Comisario:

            "Además, conviene tener en cuenta que solamente dos de las mujeres sospechosas prepararon los vodka-tonics que tomó Vegas, uno de los cuales -posiblemente el último preparado- probó ser el fatal. Ninguna de ellas fue Violeta."


Continuará...

Gastón Lejaune

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