MURIÓ EL HOMBRE, NACE EL MITO
Hoy, 25 de noviembre de 2020, al
mediodía de la República Argentina, en Tigre, plena zona norte del Gran Buenos
Aires, falleció Diego Armando Maradona. El “Pelusa” de Villa Fiorito, el “cebollita”,
el capitán de la última selección argentina campeona del mundo, se apagaba para
siempre, tras varios días de estar custodiado por enfermeros que cuidaban de su
delicado estado de salud. Su historia es muy larga y rica, como complicada y
difícil de contar. Sus 60 años y 26 días de vida cargan con muchos
acontecimientos y anécdotas. Desde este blog, se hablará de lo más importante:
lo que hizo dentro de la cancha.
ARGENTINOS JUNIORS, DONDE TODO
EMPEZÓ
Cuando era muy chico, fue a probarse a
Argentinos Juniors, donde quedó. Formó parte de una memorable camada de
divisiones inferiores, conocida como los “Cebollitas”. Desde muy temprana edad,
mostraba una gran habilidad innata, haciendo todo tipo de malabares con la
pelota. Tal es así, que en los entretiempos de los partidos de primera,
entretenía al público con esa habilidad haciendo “jueguito”. Cuando debían
volver los equipos, y el jovencito salir, se gritaba al unísono: “¡Que se
quede!”
El debut en primera era inminente
cuando todavía era un adolescente. Quién lo hizo entrar en cancha, el 20 de
octubre de 1976, a 10 días de cumplir 16 años, fue Juan Carlos Montes, ante
Talleres de Córdoba, como local. Entró en el segundo tiempo y en la primera pelota
que tocó, metió un caño. A pesar de inquietar a los cordobeses con su
habilidad, no logró revertir el 0 a 1 en contra. Su primer gol, lo convirtió
pocas fechas después, ante San Lorenzo de Mar del Plata.
Durante su estadía en el primer equipo
de La Paternal, no logró ser campeón, pero sí tuvo brillantes e inolvidables
actuaciones y goles, como por ejemplo, el triunfo ante Boca Juniors por 5 a 3,
dónde marcó cuatro tantos y dejó en ridículo al arquero “xeneize”, Hugo Orlando
Gatti, quién declaró días antes que Maradona era un “gordito”.
Era muy difícil su permanencia con los “Bichitos
Colorados” ya que, por su capacidad, habilidad y potencial, era inminente su
paso a Europa o a un grande de la Argentina. Argentinos Juniors puede
vanagloriarse decir que Maradona es su producto genuino. Del semillero de La
Paternal surgieron enormes figuras, pero “Pelusa” fue el más destacado. Desde
hace unos años, el estadio de las calles Juan Agustín García y Boyacá, lleva,
con justicia, su nombre y el mérito del club, fue haberle hecho ese homenaje en
vida. En 1981, pasó a Boca Juniors.
BOCA: EL SUEÑO DEL PIBE
En su último año en Argentinos Juniors,
River Plate se lo quiso llevar, y estuvo muy cerca de irse a Núñez. También
habían venido Juventus y Barcelona a buscarlo. Sin embargo, desde la cúpula
dirigencial del fútbol argentino, se hizo todo lo posible para mantenerlo en el
país. Caído su pase a River, apareció Boca y se lo llevó. Su debut en el
conjunto “xeneize”, paradójicamente, fue ante Talleres de Córdoba, en la
Bombonera. Fue 4 a 1 y dos goles suyos, convertidos de penal. Ese equipo,
dirigido por Silvio Marzolini, obtendría el título Metropolitano, con Maradona
como figura y acompañado por Oscar Ruggeri, Hugo Perotti, Miguel Ángel Brindisi
y Hugo Gatti, entre otros. Peleó el campeonato, palmo a palmo con el
inolvidable Ferrocarril Oeste, dirigido por Carlos Timoteo Griguol, y
terminaría consagrándose en la última fecha. Entre los grandes triunfos de
Boca, se recuerda particularmente el de un superclásico, en la Bombonera, por 3
a 0, con un gol suyo en el que desparramó a dos campeones del mundo como Ubaldo
Fillol y Alberto Tarantini. A pesar de que en su primera juventud, Maradona
declaraba ser hincha de Independiente – a pesar de que toda su familia era
boquense –, y de tener de ídolo a Ricardo Bochini, nacía en ese año, 1981, el
idilio con la institución de la Ribera. Fue su primer y único campeonato local
en Argentina. Al año siguiente, con su inminente participación en el Mundial,
ya era imposible que permaneciera en el país. Barcelona volvió a la carga por
él y, finalmente, lo incorporó a sus filas.
BARCELONA: UNA ETAPA AGRIDULCE
La llegada de Maradona a Barcelona
llenaba de expectativas a los hinchas “culés”. Esperando a que el argentino
fuera el sucesor de Johan Cruyff y, jugando al lado del alemán Bernd Schuster,
las ilusiones eran enormes. Pero sólo quedaron en eso. Los primeros sinsabores
llegaron a la carrera de “Pelusa”. Una hepatitis, primero, y una fractura de
tobillo, provocada por una criminal intervención de Andoni Goicoechea, en un
partido ante Athletic Bilbao, marginaron de las canchas a Maradona. Si bien se
recuperó mucho más rápido de lo que propios y extraños esperaban, y tuvo muy
buenas actuaciones, los títulos de liga no llegaban y se generó una
impaciencia, especialmente de los dirigentes. Se trataba de contentar al
argentino, incluso con la contratación del ex entrenador de la selección
albiceleste, César Luis Menotti, pero los resultados no eran los esperados. A
pesar de todo, Maradona no se fue de la capital catalana sin levantar un
trofeo. Se llevó la Copa del Rey y la Copa de Liga. No tuvo su mejor versión en
su primera etapa en el fútbol español, pero sí dio pinceladas de su inmenso talento,
que al día de hoy, aún se recuerdan. Después de dos años, agarró su valija y se
mudó a Nápoles.
NAPOLI: SU EXPLOSIÓN Y CONSAGRACIÓN
A mediados de 1984, llegó a Nápoles y
se presentó en el estadio San Paolo, donde todos los “tifosi” lo recibieron con
los brazos abiertos. En el sur de Italia, encontró la calidez que le había
faltado en Barcelona. Coincidieron, en el momento justo, la mejor versión de
Maradona, con el mejor Napoli de la historia. El equipo se iba reforzando mejor
año a año, para rodear al capitán y poder estar entre los equipos de arriba. En
esos años, pasaron por el club Ramón Ángel Díaz y Ricardo Daniel Bertoni, entre
otros, sin mayor éxito. Entre 1984 y 1986, el equipo fue creciendo, hasta
lograr en la temporada 1986-1987, el primer campeonato en la historia. Maradona
logró potenciar a un equipo sin mayor tradición en el fútbol italiano. Pero
tanto el club, como su jugador emblema, fueron por más. Una Copa Italia, en el
mismo año, una Copa de la U.E.F.A y otro campeonato más, previo al Mundial de
1990. Si bien comenzó un conflicto con el presidente de la institución, nunca
dejó de lado su compromiso. Pero luego de quedar afuera de la Copa de Campeones
de Europa y de obtener otra Supercopa italiana, algo se rompió. El rendimiento
del argentino empezó a caer y, al poco tiempo, recibió una suspensión de un año
y medio, tras haber dado positivo en un control antidoping, el 15 de marzo de
1991, cuando Napoli enfrentó a Bari. Ese partido fue el último. Le quedaba un
año más de contrato cuando la sanción terminó, pero ya no quiso volver. Después
de muchas semanas de negociaciones, idas y vueltas, Sevilla pagó 7,5 millones
de dólares para hacerse de sus servicios.
SEVILLA: EL INEXORABLE PASO DEL
TIEMPO
En su vuelta al fútbol, en Sevilla, se
pensó que Maradona iba a estar más tranquilo. Teniendo a Carlos Salvador
Bilardo como entrenador y a Diego Simeone como compañero, además de contar en
la delantera con el croata Davor Suker, los andaluces se ilusionaban con ver
una excelente versión de “Pelusa”. Su calidad estaba intacta, pero su rendimiento
había caído, como también se incrementaron sus lesiones. El equipo terminó
quinto, con Maradona y Bilardo peleados. Empezaron los primeros coqueteos con
el retiro. El argentino se fue de Sevilla y regresó a su país. Una vez llegado,
se hablaba de un regreso a Boca, o a Argentinos Juniors, como también de una
posible llegada a San Lorenzo. Pero así como sorprendía con su habilidad,
también lo hacía con sus decisiones. Maradona se mudó a Rosario.
NEWELL´S: UNA BRISA DE VERANO
Rosario se convulsionó. A mediados de
1993, Maradona se calzó la camiseta rojinegra. Apareció en una mejor condición
e hizo ilusionar a los hinchas leprosos. Sin embargo, el paso de “Pelusa” por
Newell´s fue muy corto. Tan sólo 5 partidos, con un gol hecho en su
presentación, en un amistoso ante Emelec. Nuevamente las lesiones le impidieron
tener continuidad y, después de pocos meses, rescindió su contrato.
LA SELECCIÓN ARGENTINA: SU NOVIA
FUTBOLÍSTICA
Una de las páginas doradas en la
carrera de Maradona, las escribió con la camiseta albiceleste. Debutó en la
selección mayor al año siguiente de haberlo hecho en primera. César Luis
Menotti lo puso en la cancha de Boca, en un amistoso contra Hungría, el mismo
rival con el que Argentina iba a debutar en el Mundial al año siguiente. Para
ese Campeonato del Mundo, el mismo entrenador que lo llamó antes, lo dejó
afuera. Sin embargo, lo convocó al Mundial juvenil de 1979, en Japón. Ese
equipo hacía madrugar a los hinchas para festejar sus logros. Maradona alzó la
primera Copa del Mundo para la Argentina en esa categoría, siendo el mejor
jugador del certamen. Desde ese entonces, regresó a la mayor para quedarse
muchos años.
Su primer Mundial lo disputó en España,
en 1982. Allí sintió el rigor de marcas muy rigurosas y no logró dar lo mejor
de sí, a pesar de haber marcado dos goles. Terminó estallando y expulsado en el
último partido, ante Brasil. Con la llegada de Carlos Salvador Bilardo, en
lugar de Menotti, vinieron sus mejores años con la celeste y blanca. El “Narigón”
lo puso como capitán y jugador emblema. Afrontó unas eliminatorias muy duras,
con rendimientos colectivos no muy buenos. Entre Maradona y Daniel Passarella,
clasificaron al campeonato de México 1986. En tierras aztecas, llegó la
consagración de “Pelusa” como mejor jugador del mundo. Después de actuaciones
sobresalientes, con 5 goles marcados, uno de ellos declarado como el mejor de
la historia de los mundiales, llevó a Argentina a ganar su segunda y última
Copa del Mundo. Bilardo logró armar un gran equipo, ordenado tácticamente, que
fue de menor a mayor y con el valor agregado de tener al mejor Maradona.
Cuatro años después, en Italia, llegaba
en igual o mejor forma en la previa, pero un pisotón que un sparring juvenil le
propinara en su tobillo, le hizo disputar el Mundial en inferioridad de
condiciones físicas. Como pudo, y con mucho coraje, jugó el certamen
infiltrándose partido a partido y, lógicamente, su rendimiento no fue el
esperado. Se vieron algunas pinceladas de su inagotable talento en momentos
trascendentales, pero el equipo y él ya no eran los mismos. Se llegó a la final
y se perdió.
En los años siguientes, tras la primera
suspensión que sufrió en Nápoles, tuvo idas y vueltas constantes. Después del
Mundial de Italia, anunció que dejaba la selección. Regresó tres años más
tarde, en un amistoso contra Brasil, en el estadio Monumental, por la
celebración de los 100 años de la Asociación del Fútbol Argentino y la disputa
de la Copa Artemio Franchi, ante Dinamarca. No fue llamado para jugar la Copa
América de 1993, pero sí luego de la derrota por 5 a 0 ante Colombia que relegó
a la albiceleste al repechaje frente a Australia. Allí llevó a la Argentina al
Mundial de Estados Unidos, dónde disputó su último encuentro con la selección
ante Nigeria, antes de dar positivo, por segunda vez, en un control antidoping.
Vino otra suspensión y una despedida que no se merecía.
BOCA: VUELTA Y ADIÓS
Cuando fue suspendido nuevamente por un
año y medio, se pensó que Maradona no iba a jugar nunca más. En ese interín,
tuvo sus primeras experiencias como entrenador, en Mandiyú de Corrientes y
Racing. Sus pasos fueron efímeros, aún se sentía jugador. Después de dos
oportunidades truncas, la tercera fue la vencida y regresó a Boca. El primer
campeonato que disputó, se le escapó increíblemente ante el Vélez Sarsfield
comandado por Carlos Bianchi. Luego volvió a encontrarse con Bilardo, con quien
se armó un equipo muy competitivo, pero chocó nuevamente con el conjunto de
Liniers. Nuevamente, Maradona coqueteó con el retiro y estuvo otro año sin
jugar, para volver a ponerse la camiseta azul y oro. Allí jugó un par de meses
más, con otro control antidoping positivo en el medio. Esta vez no fue
suspendido. Su último partido fue un superclásico en la cancha de River, donde
solo disputó el primer tiempo y fue reemplazado por Juan Román Riquelme. Allí
dijo adiós para siempre al jugador.
CONCLUSIONES
Como se dijo anteriormente, es muy
difícil escribir sobre Diego Armando Maradona. Su etapa como entrenador distó
mucho de la de jugador. Tuvo la oportunidad de dirigir a la selección
argentina, donde en dos años, probó a más de 100 jugadores y tuvo un
rendimiento apenas discreto. Le tocaron destinos exóticos hasta que,
finalmente, volvió a dirigir en la Argentina. Tomó la dirección técnica de Gimnasia
y Esgrima La Plata y en esa condición terminó su vida.
Maradona despertó muchos sentimientos y
pasiones. Fue un tocado por la varita mágica. ¿Fue el mejor de la historia?
Para muchos, sí. Para otros, no. Se puede discutir eso último, pero lo que es
seguro, es que pertenece a un grupo de élite, en el que, seguramente, se
encuentren Pelé, Johan Cruyff, Franz Beckenbauer, Lionel Messi, Alfredo Di
Stéfano, George Best, entre tantos otros. Con su partida física, comenzarán a
agrandarse sus hazañas y su leyenda crecerá con el pasar del tiempo. Hoy, 25 de
noviembre de 2020, murió el hombre para dejarle lugar al mito.
El Puma
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