EL PRÍNCIPE


 

         “Entró en puntitas de pie”, había titulado un prestigioso periodista cuando llegó al fútbol argentino. “Cruzó el charco”, como se dice, desde Montevideo a Buenos Aires, de Wanderers a River Plate, con ilusiones y ganas de demostrar lo que venía haciendo hasta ese entonces. Enzo Francescoli nunca imaginó que ese día, comenzaría a convertirse en el “oriental más argentino”. Apodado como “el príncipe”, por su contextura y su andar, ya había llamado la atención de propios y extraños en los seleccionados juveniles uruguayos, obteniendo el campeonato sudamericano de 1981 y la Copa América en 1983, ya en el combinado mayor de la “Celeste”. Este hincha fanático de Peñarol, en su infancia, sin embargo, no surgió de ninguno de los grandes del fútbol charrúa. Debutó en el modesto Montevideo Wanderers, con 18 años. En las tres temporadas en las que estuvo, se destacó con 20 goles en 74 partidos, antes de que lo vinieran a buscar desde Argentina.



         Llegó a River en un momento muy complicado del club. En lo futbolístico, debía reconstruirse después de depurar casi todo el plantel que había sido campeón con Ángel Labruna y Alfredo Di Stéfano. Su primer año, ni él ni el equipo consiguieron el rendimiento esperado y terminaron penúltimos. El año siguiente, parecía tener un destino similar. River contrató como entrenador a otra gloria uruguaya, con pasado en el club, como Luis Cubilla, pero sería peor el remedio que la enfermedad. La relación entre el “Príncipe” y el entrenador fue muy mala, a tal punto que el delantero estuvo a punto de ser transferido al América de Cali. Cubilla renunció al poco tiempo por los malos resultados y Francescoli se quedó para dar su mejor versión y demostrar que no se habían equivocado en traerlo. Con la llegada de Héctor Veira como entrenador, además de la vuelta de Norberto Alonso y los refuerzos que el club trajo, se armó un equipo que en los siguientes dos años iba a ganar todo lo que se le cruzaba. Comenzó con el campeonato local de la temporada 1985-1986, en la que el uruguayo sería el máximo goleador del certamen, además de entrar en el olimpo de los grandes ídolos de River. Sin embargo, no llegó a jugar la Copa Libertadores, ya que Racing de París, que en ese momento contaba con un sponsor multimillonario, se lo llevó días antes de que comenzara el Mundial de México.



         En París estuvo 3 años. Compartió plantel con otras figuras del fútbol francés, tuvo muy buenas actuaciones pero nunca llegó a ser campeón. Sí lo fue en su cuarta temporada en tierras galas, cuando fue transferido a Olympique de Marsella, en la época más dorada del club sureño. Pero a Francescoli le quedaba una asignatura pendiente, algo que él mismo deseaba desde que se mudó para Europa: jugar en Italia. Luego del Mundial jugado en ese país, recaló en Cagliari. Con el cuadro de Cerdeña sorteó con éxito el descenso en los dos primeros años, para en el tercero llevarlo a jugar la Copa U.E.F.A. Gracias a esa última temporada, Torino posó sus ojos en él y lo sumó entre sus filas. En el conjunto “granata” cerró su actuación en Europa antes de volver a River.






         Su regreso fue el broche de oro de su carrera. Cuando algunos dudaban de su condición física y futbolística, él despejó todas las dudas inmediatamente. Obtuvo el campeonato Apertura de 1994 de manera invicta y fue protagonista de la mejor versión de River durante esa década. Pero su anhelo era la Copa Libertadores, esa que no había podido jugar en su etapa anterior. En 1995, Atlético Nacional de Medellín, con René Higuita como figura, le impidieron el festejo al eliminarlo por penales en la semifinal. En 1996 no se le iba a escapar y le dio la segunda de su historia a River. A pesar de eso, el rendimiento del equipo y la capacidad de su entrenador de entonces, Ramón Díaz, se encontraban en duda, se armó un gran plantel para rodear mejor al uruguayo y el brillo fue enorme. Ariel Ortega, Marcelo Gallardo, Marcelo Salas, Sergio Berti, Eduardo Berizzo, Juan Pablo Sorín, fueron algunos de los nombres que se destacaron en ese equipo que consiguió el tricampeonato a nivel local y la Supercopa Sudamericana. Su única frustración fue haber perdido la Copa Intercontinental, a manos de Juventus. Después de la última fecha del torneo Apertura de 1997, Francescoli ya estaba cansado. Se tomó un tiempo para decidir qué hacer, pero el retiro era inminente.



         En la selección uruguaya, también dejó su marca, a pesar de que fue cuestionado cada vez que la “Celeste” sumaba alguna frustración. Ganó tres ediciones de la Copa América, en 1983, 1987 y 1995, la última en su país, siendo considerado el mejor jugador del torneo. Disputó los mundiales de México, en 1986, y de Italia, en 1990. En ambos torneos, a pesar de contar con grandes jugadores como Ruben Paz, Ruben Sosa, Santiago Ostolaza, Daniel Fonseca, Nelson Gutiérrez o Antonio Alzamendi, Uruguay no logró tener la actuación esperada y, en ambos certámenes, fue eliminado en los octavos de final. Después del Campeonato del Mundo en Italia, Luis Cubilla fue contratado como entrenador y, tal como sucediera en River en su primera etapa, Francescoli y no regresó a la selección. Lo mismo sucedió con la mayoría de las figuras del fútbol charrúa. Hasta que, luego de la Copa América de 1993, tras malos resultados, Cubilla los aceptó nuevamente. Sin embargo, su permanencia en el puesto no estaba garantizada, y tras empatar en un tanto con Brasil, en el estadio Centenario, y con la posibilidad concreta de no clasificar al Mundial de Estados Unidos, 1994, renunció. El rendimiento de Uruguay mejoró, pero llegó a la última fecha con un panorama muy complicado: debía vencer a Brasil en el Maracaná y esperar a que Ecuador hiciera lo propio con Bolivia en Quito. No sucedió ni una cosa, ni la otra. Tuvo su revancha en la Copa América, disputada en Uruguay, retirándose de la “Celeste” tras la consagración. Pero nuevamente el peligro inminente de no clasificar al Mundial de Francia, en 1998, regresó a dar una mano. El resultado fue el mismo.



         Enzo Francescoli fue considerado el mejor jugador sudamericano en dos oportunidades, el mejor extranjero de la liga francesa, máximo goleador del campeonato argentino en tres ocasiones. Sin duda, uno de los protagonistas principales del fútbol mundial en las décadas del 80 y 90. De perfil bajo y de declaraciones medidas y mesuradas, hoy sigue con un sendero exitoso como manager de River. En el club de Núñez, está considerado como uno de los máximos ídolos. Su partido homenaje fue en el estadio Monumental ante el equipo del que fue y continúa siendo hincha. Todo eso esperaba al “Príncipe” cuando cruzó desde Montevideo en 1983.   

El Puma

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