ASESINATO EN EL SERVICIO EXTERIOR: CAPÍTULO 5
BATOR
No se había equivocado el Inspector
en su predicción, porque en efecto el Secretario Bator vino a la Seccional,
tempranito y con su cara imperturbable
de siempre.
"Buenos días, señor Bator"
lo saludó Menchaca, indicándole un asiento delante suyo.
"Buenos días, Comisalio"
respondió Bator y se sentó, esperando que se le dijera la causa de su citación.
"Me tomé la libertad de citarlo
porque deseábamos requerirle su colaboración respecto a un asunto de interés
mutuo" fue el gambito elegido por Menchaca para poner la pelota en movimiento.
"Usted dilá."
"Se trata del crimen de
Vegas" dijo significativamente el
Comisario, escrutando el rostro de Bator por algún signo que lo traicionara,
pero habría sido igual de haber mencionado al Pato Donald: ni la menor reacción
en ese rostro sereno e inmutable. El Comisario insistió:
"Se trata de
esos...mittelmongólicos que estaban en la recepción de la Embajada el día del
crimen."
"Del supuesto climen de
Vegas?"
Lo de "supuesto crimen"
indicó a Menchaca que el Secretario
Bator no daba nada por sobreentendido. Continuó el Inspector:
"Usted piensa que lo de Vegas no fue
un crimen? Por qué dijo: 'supuesto crimen'? No lo entiendo".
"Todo parece indical climen,
pero puede habel sido suicidio...Además,
no hay climen sin climinal, y hasta ahola no ro tenemos".
"Asi es" ‑concedió
Menchaca, mientras especulaba fugazmente
sobre la extraña lógica oriental‑ "Pero esta situación no durará mucho
tiempo. En todo caso, cómo aparecieron esos señores en la recepción?"
"Vinielon como custodia der
Embajadol".
"De tan lejos?"
Aquí se encogió de hombros el
Secretario, como desechando cualquier argumento basado en la distancia o en el
costo.
"Bueno, ahola hay aviones.
Ademas, Embajadol es homble impoltante pala Su Majestad"
"Pero no era hombre del
anterior régimen? Cómo se explica esa importancia que ahora tiene para el
actual?"
Bator contestó, siempre
imperturbable:
"La porítica tiene sus
legras"
"Ah..., sí. Entiendo. Quiere
decir que ha habido cuestiones políticas que han hecho importante al Embajador
para el régimen restaurado?"
Mudo asentimiento de Bator.
"Por qué no me explica eso un
poco mejor?"
El Secretario vaciló un segundo.
Interpondría su inmunidad diplomática para terminar con esto? Sin embargo,
contestó:
"Con espílitu corabolación
contesto plegunta, Comisario..."
"Por supuesto, y se lo
agradezco, Secretario."
"Embajadol nunca dejo de sel
rear a Su Majestad: siemple mantuvo
contacto, ayudó personas impoltantes del paltido learista."
Ah! Claro... siempre leal al partido
realista. Y a qué vinieron estos custodios?"
"Todo figula en pelmiso
soricitado a Ministelio... había lumoles atentado...una cérura der légimen
comunista asentada en San Pabro, Blasir... venganza der Jefe en exirio.."
La referencia a San Pablo, Brasil,
despertó en Menchaca una reminiscencia
vaga. En qué relación había sido San Pablo mencionado recientemente? Pero
claro, Cristian Méchant! Tendría algo
que ver con el crimen? Recordó que
Mazzuchelli se había referido a una conversación ‑no muy explicable‑ entre Cristian y Ulata durante, precisamente,
la recepción fatal. ¿Tendrían algo que ver esos dos?
"Usted conoce a Cristian
Méchant?"
Aquí creyó notar Menchaca un casi
imperceptible movimiento en ese rostro pétreo, pero no habría podido
asegurarlo.
"Es plofesol de tenis de
Embajadol."
Menchaca esperó por algunos segundos
a que prosiguiera el Secretario, pero en vano. Viendo que el silencio podía
prolongarse por el resto del día, continuó:
"Es amigo del...ama de llaves?
"Amigo...no se Comisalio. Habra
con ella, re pide un te cuando viene a
Embajada...a veces blomea."
"¿Va seguido a la Embajada? Lo
ve al Embajador con frecuencia?"
La sombra de un disgusto pasó por
sobre las cejas del Secretario.
"Viene a ver Secretalia Sociar,
señolita Dolinda."
Parecía que Dorinda se estaba
convirtiendo en el centro de una pequeña red, cuyas conexiones internas
Menchaca hubiera querido descifrar.
"¿Y qué tipo de relaciones
había entre la Secretaria Social y el profesor de tenis?"
Un sentimiento de desprecio transitó
fugazmente, como un fantasma, por esa inmóvil faz oriental.
"Dolinda aplecia mucho
plofesol."
La expresión facial, más que lo
dicho, hizo presumir la naturaleza del "aprecio" de Dorinda hacia
Cristian. Pero Menchaca solía decir que por señas sólo jugaba al truco, y buscó
ahora pruebas más concretas. Decidió ser cauto, ante la posibilidad de que el
Secretario invocara sus inmunidades.
"A usted le parece que había
algo más que una amistad allí?"
"Estoy segulo"
Alentado por la respuesta,
prosiguió:
"Una relación...sentimental, un
...affaire du coeur, como dicen los
franceses."
Bator
entendía el francés perfectamente, de forma que su contestación fue muy
sugestiva:
"Más que un affaile du coeul, selía asunto
de...otlos ólganos..." Y aquí lanzó una sorpresiva risotada.
"A esta Dorinda, ni un
regimiento..." pensó Menchaca, y ya
envalentonado porque Bator parecía estar de su mismo lado, retomó:
"Pero ¿cómo sabe la naturaleza
de esas relaciones? ¿Los sorprendió acaso en algún momento
de...intimidad?"
Resultó ser que un día que Christian
había venido a la Embajada, el Secretario había oído risas sofocadas y otros
ruidos al pasar por delante de la puerta del salón. Curioso y temiendo que
pudieran ser ladrones, se quedó contra la puerta a la escucha. No pasó mucho
tiempo para que las risas fueran reemplazadas por gemidos y murmullos, luego
por palabrotas de Cristian y exhortaciones de Dorinda a que siguiera así, pero
más fuerte, más fuerte. Las exhortaciones fueron sucedidas por sonidos roncos
de ambos y finalmente por grititos de Dorinda.
El Comisario no pudo menos que
advertir que, para no ser curioso, el Secretario había permanecido bastante
tiempo frente a la puerta. "No habrá querido llegar un conclusiones
apresuradas" pensó irónicamente.
"Con lo que dedujo que habían
estado haciendo el amor. ¿Y usted no
reaccionó? "
Bator se encogió de hombros.
"Si Embajadol no toma intelés,
Secletalio tampoco..."
Menchaca consideró que ya había
retenido al diplomático más tiempo del aconsejable por la Convención de Viena,
y tras agradecerle efusivamente, dio por terminada la entrevista.
¿Qué conclusiones extraer de todo
este palabrerío? Primera, que Cristian tenia bastante acceso al personal de la
Embajada, y bien podía una célula subversiva con asiento en San Pablo y por tanto en conocimiento de sus hazañas,
haber tomado contacto con él para encomendarle el asesinato del Embajador.
Segundo, que Bator sabía bastante más de lo que había dicho. Tercero, que el
Embajador Ulano era un personaje muchísimo más complejo de lo que dejaba
adivinar su apariencia. Cuarto, que los custodios eran, nomás, enviados por el
Gobierno de Mittelmongolia, lo que pudo comprobar más tarde viendo las
constancias de la Cancillería y del Ministerio del Interior.
Pero todas estas pistas lo alejaban
del asesino de Vegas, lo dejaban allí mismo donde había comenzado, aunque
algunos de los pormenores que había conocido en este interín no dejaban de
divertirlo.
Claro, habia un "primer
círculo" de sospechosos, como quedó bien establecido en la conversacion en
que Mazzuchelli le dio cuenta de sus
tempranas averiguaciones, y a ellos había que investigar en primer término.
Menchaca convocó en su imaginación la figura de Violeta Navalcarnero, rubia y
sensual, una mujer de carácter con una veta de locura, según Mazzuchelli. Todo apuntaba hacia ella, pero el Comisario
no podía convencerse de que fuera así.
Tampoco
dejarla de lado como sospechosa, sobre todo por sus relaciones con el Embajador
Foffeti y las posibilidades inesperadas de su carácter, eso no. Pero había que
profundizar más en esa psiquis, revisar un poco los dichos del informante, y
sobre todo separar la paja del trigo, siendo el trigo los hechos del caso, y la
paja las percepciones que el Escribiente tenia de ellos.
Por otra parte, y no obstante la
duda cartesiana desplegada frente a Mazzuchelli, Menchaca descartaba
íntimamente a Dorinda: no encajaba en su
esquema de la mente criminal. Dorinda era, a su modo de ver, un ejemplar humano
lamentable: artificial, obtusa, gozadora, exitista y de una manera animal,
astuta. Para el Comisario, Dorinda despreciaba la naturaleza de su propia
personalidad, temía que fuera develada y la encubría mediante la sempiterna
representación de un papel, por desgracia, también estúpido, y de un número
indefinido de agotadoras triquiñuelas. ¡Y su flequillo! ¿No simbolizaba también
esa cortina capilar una especie de refugio que de alguna forma la protegía del
mundo? Irritante, cansadora, y finalmente transparente como un vidrio, Dorinda
no representaba ningún misterio ni tenía el menor interés para Menchaca.
"¿Y Ulata? ¿No habría allí algo
que no se advertía a primera vista? ¡Nunca se sabe con estos orientales,
provienen de un medio cultural tan distinto! Por último, el Comisario descartó
completamente al Nuncio Apostólico, un italiano algo barrigón cuya apariencia
hacia pensar más bien en la carne que en la sangre.
Continuará...
Gastón Lejaune
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