ASESINATO EN EL SERVICIO EXTERIOR: CAPÍTULO 3, PARTE 2
Menchaca dejó correr lo de "denodados esfuerzos", con algún malestar de conciencia: aquellos "esfuerzos" en realidad habían consistido en una anémica insinuación a dos miembros de la Junta calificadora.
"Bueno, ¿sabe quien fue el
autor de ese desaguisado?"
"Usted dirá, señor
Comisario".
"¡Sphincter! ¿Se acuerda del
caso de la compañía Sturmabteilung, Algemeine Gessellschaft?"
"Sí, ya se que lo resolvió
Sphincter, y que cobró unos jugosos
honorarios..."
"¡Ma que Sphincter!" Interjectó Menchaca, totalmente entregado a
la vulgata. "Fue el actual Subteniente Romero, que plantó un informante en
la compañía. Obviamente había un entregador porque los chorros conocían todo el
movimiento de fondos, las horas de pago y demás."
Vacilando un segundo, añadió con
alguna travesura:
"Un inside job, como quien dice... Bueno, Romero ni lerdo ni perezoso,
cuando supo cómo venía la cosa, fue a verlo al doctor Sphincter y le propuso un
negocio: él le transmitiría sus conocimientos, Sphincter los pasaría como
propios, adornados de alguna que otra palabra en difícil y recogería la gloria
y no pocos marcos alemanes. De paso, ayudaba a Romero en los próximos
ascensos."
Menchaca miró con expresión
divertida a Mazzuchelli, y añadió como para revolver el cuchillo en la herida:
"Coser y cantar,
muchacho..."
"Hijo de puta" ‑pensó
Mazzuchelli, mientras decía:
"Qué me cuenta señor. ¿Pero
cómo pudo ayudarlo?"
"Es íntimo de dos Inspectores
de la Junta: Mangiaterra y el inglés Doublecross. Los convenció de que Romero
era un fenómeno y que necesitaba ascender porque su mujer estaba enferma, y
patatín, patatán."
Mazzuchelli asumió su mejor
expresión de dolor moral ante estos métodos. Su depresión aumentó todavía más
cuando Menchaca agregó:
"Y algunos marquitos también
deben haber ido en la misma dirección. Si no, cómo se cree que Romero compró
ese Renault 18 que tiene?"
"Nunca se lo vi."
"Es vivo, Romero, no lo trae a
la Seccional. Pero yo un día lo juné, paseando por Palermo con una mina que no
tenía nada de enferma. ¿No se si me entiende, Gerardo?" ‑añadió
innecesariamente Menchaca.
"Ahora lo comprendo todo" ‑replicó
Mazzuchelli con indignación‑ "y pensar
que uno se aplica, trabaja de sol a sol, hace cursos de perfeccionamiento y lo
da todo por la Institución... ¡Qué métodos! ¡Afortunadamente, uno jamás haría
algo semejante!"
Menchaca lo miró pensativo. Habría
sido cierta la acusación de abuso deshonesto que presentó contra Mazzuchelli el
padre de esa chica detenida a altas horas de una noche del verano anterior?
Vaya a saber con estos santitos...claro que
la chica en cuestión tenía un físico...y Mazzuchelli era buen mozón.
Además, abuso deshonesto... típico de Mazzuchelli no llevar las cosas a sus
consecuencias...Violación hubiera sido lo indicado...o al menos, tentativa...En
fin, resumió Menchaca, en fin...
Salió, sin embargo, de sus
pensamientos para decir:
"¡Escribiente! Haga citar al
Secretario de Embajada Bator para mañana a las ocho."
Mazzuchelli advirtió rápidamente que
su jefe había dejado, en términos futbolísticos, la pelota picando frente al
arco, y se apresuró a patear en procura de un gol que lo vengara de alguna
forma de las afrentas e injusticias reveladas.
"Pero señor, el Secretario
Bator tiene inmunidad diplomática. No podemos citarlo como testigo".
Mazzu había sacado nueve puntos en
el cursillo de la Escuela de Policía sobre "Derecho Internacional Aplicado
e Interpol" y no era cosa de desperdiciar los conocimientos adquiridos.
Menchaca, por su parte, no era lento y en su tiempo el cursillo le había
interesado mucho.
"Usted no me interpreta,
escribiente. No lo estamos citando como testigo, sino que lo estamos
simplemente citando...podría ser para comunicarle algo, o para pedirle una
colaboración amistosa...Además, los diplomáticos están obligados en principio
por la ley del país en que están acreditados, sólo que no puede forzarse su
cumplimiento arrestándolos, por ejemplo."
"Comprendido, señor"
articuló Mazzuchelli y zarpó raudo a cumplir la orden.
"Este tipo si no la gana, la
empata", pensó mientras salía, atribuyéndose arbitrariamente un empate.
"Yo también voy a ser jefe y se las voy a ganar a todos los bípedos"
En ese preciso momento lo alcanzó la
voz de Menchaca, que le decía:
"Tengo el pálpito que va a
venir mansito mañana el Secretario"
Mazzuchelli salió pensativo de la
reunión. "Tengo para mí que la
Navalcarnero es muy rara. Apasionada, tal
vez violenta...Tendré que entrevistarla
porque hasta ahora, resumiendo, tuvo posibilidad de acceso al vodka‑tonic,
tiene un medio motivo a través de Foffeti, y vaya a saber si no tuvo algún
agravio con Vegas". Así, consiguió que Menchaca hiciera citar a Violeta a
la Seccional.
Ya frente a frente con la
infrascripta, Mazzuchelli la miró con fijeza.
"¿Me va a tomar un
interrogatorio?" prorrumpió Violeta.
"No tanto. Estamos en una parte
informal del procedimiento" contestó Mazzu, algo confundido por la
inversión de papeles que hábilmente había planteado la declarante.
"Bueno, estamos en la
Comisaría, no es cierto? Y usted de uniforme, lo único que falta es que me tome
juramento..."
"Pedimos su colaboración,
señorita Navalcarnero, pero si usted prefiere..."
"No, está bien. Diga nomás"
Tos y aclaración de garganta del
Escribiente, que retomó:
"Quería hacerle algunas
preguntas..."
"Me imagino que no me habrá
invitado para tomar un café, Teniente"
"Bien. Usted estuvo junto al
causante en el momento de su deceso, producido por la ingestión de cianuro de
potasio contenido en el cocktail que le estaba destinado."
Suspiro de Violeta.
"Tiene idea de quién pudo haber
introducido la poción fatal en la bebida de Vegas?"
"Bueno, Vegas tenía muchos
enemigos"
"¿Enemigos como para matarlo?"
Violeta hizo un gesto indefinido.
Mazzuchelli intentó extraer de mentira, verdad.
"Algunas informaciones
indicarían que usted tuvo un..."
aquí vacilo un poquito como temiendo que su pronunciación lo delatara;"affaire sentimental con Vegas."
"¿Con ese verde asqueroso? No
lo tocaría ni con guantes."
Silencio. ¿Qué tenía esta mujer que
lo descolocaba siempre? ¿Cómo podía seguir ahora con el tema de su relación con
Vegas?
"Sin embargo, alguno...s de sus
colegas parecen pensar en forma
diferente."
Violeta quedó pensativa.
"No se, Teniente, quién puede decir
eso. ¿A alguno de mis colegas le consta que yo tuve esa relación...sentimental
que usted me atribuye?
Aquí Mazzuchelli debió confesarse
vencido. En realidad, no había comenzado con los interrogatorios en serio y esa
noción que él tenía debió haber surgido de alguna conversación informal...
claro, la que tuvo con la secretaria social del Embajador Ulano. Además, lo de
Teniente...lo hacía sentir rebien, como dicen los chicos. La situación del Escribiente
se resolvió en una crisis de toses y carrasperas.
"Otra información que nos llegó
es que el finado Vegas y...hum!". Aquí fingió consultar sus notas y
alzando la cabeza miró fijamente a Violeta, al tiempo que le espetaba, con
algún dramatismo: "...Foffeti, estaban muy enemistados. Que eran en suma enemigos declarados."
Esta vez Violeta había bajado la
guardia, porque le subió a la cara un rubor incontrolable. Mazzuchelli saboreó
su triunfo, mientras pensaba que el colorcito le sentaba estupendamente.
"Bueno, quedaron distanciados
luego de una de las clásicas agachadas de Vegas. Pero no más enemistados que
Vegas con cualquiera otra de sus víctimas. Entre ellas, el Embajador
Schmuziger..."
Mazzuchelli no era hombre que se
dejara apartar de sus objetivos con una distracción como la que le proponía
Violeta, y siguió adelante:
"No da usted la impresión de
que el...occiso...Vegas, le cayera particularmente simpático."
Violeta pensó un segundo, y se
refugió en una generalidad:
"Alguno de los colegas que
usted ha entrevistado ¿le manifestó simpatía por ese hombre?"
Otro silencio. Mazzu consideró
conveniente aquí tomar el cabo que le había tirado Violeta hacía un segundo:
"¿Quién es el señor
Schmuzza...Saumiger?"
"Un colega nuestro, Embajador.
Parece que tenía motivos muy importantes
también él para querer vengarse de Vegas."
"Acusa usted al Embajador
Schmuzza...Samussa..."
"Schmuziger, Teniente. No, nada
de eso. Sólo que es el primero que se me viene a la mente...habría seis o siete
más."
"¿Y por qué eligió a
este?"
"No se...tal vez porque su caso
fue muy sonado...aunque no recuerdo bien
de qué se trataba. Un asunto de adulterio... Debería preguntarle a algunos de
los viejos del Ministerio".
Mazzu se propuso seriamente ahondar
en la veta Schmuziger. Pero antes quería terminar con este interrogatorio, que
lo tenía algo nervioso.
"¿Puedo
hacerle una pregunta...personal?"
"Si las que me hizo no son
personales... ¿cómo será ésta?"
"Bien. ¿Qué clase de relaciones
mantiene usted con Foffeti?"
"Muy buenas"
"Pero de qué tipo... ¿son
ustedes amantes?"
"¡Qué antigüedad, Teniente! Yo
no soy la Dama de las Camelias".
Mazzuchelli, no obstante pertenecer
a la misma generación que Violeta, venía de un hogar más convencional y no
había recibido ni con mucho el fogueo internacional de la otra. Se sintió
extrañamente cohibido y dejo ahí el interrogatorio. Antes de salir
contoneándose moderadamente ‑tanto como
para demostrar que sus encantos no se agotaban en una visión frontal‑ Violeta
se dio vuelta y dejó estas palabras flotando:
"Ah, Teniente, yo que usted
empezaría a hacer preguntas a la gente
que está realmente comprometida. La Secretaria del Embajador de Mittelmongolia
anduvo preparando cocktails el día famoso. Además, ella y Vegas eran, como dice
usted... ¿amantes?"
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