ESE MALDITO TOBILLO
Arrigo Sacchi acababa de desembarcar en Milan, con una experiencia como entrenador de Parma y muy poco conocido en el ambiente. Ese año, el conjunto “rossonero” había contratado al argentino Claudio Borghi y a los neerlandeses Ruud Güllit y Marco Van Basten. El “Bichi” fue cedido a préstamo a Como, ya que solo se podía contar con dos extranjeros en el plantel. Los dos tulipanes llegaban desde P.S.V. Eindhoven y Ajax, respectivamente. El primero era un volante de creación con mucha llegada y gol, mientras que el segundo era un delantero central, y llegaba con 128 goles en su haber, en 133 partidos jugados. Se esperaba mucho de ambos.
Güllit cumplió con creces las expectativas, siendo fundamental en el “scudetto” que Milan le arrebató a Napoli en las últimas fechas. Van Basten, sin embargo, sólo hizo 3 goles y no colmó las expectativas. Sin embargo, Sacchi lo bancó. Después de ese campeonato, venía la Eurocopa 1988, disputada en Alemania Federal. Allí fue la figura de la selección naranja, campeona del certamen y máximo goleador. Los tifosi del Milan, viendo esta brillante actuación, tenían esperanzas de que el delantero repitiera en Italia. Y así lo hizo. Esa temporada, se sumó un cupo más de extranjero en la liga, y el Milan volvió a ceder a Borghi – esta vez a River Plate – y trajo a otro neerlandés: Frank Rijkaard.
Ese trío naranja hizo estragos y fue artífice de una de las eras más ricas de la historia del club. Luego de haber conquistado el campeonato local, se dedicó de lleno a la Copa de Campeones de Europa. Hasta las semifinales, llegó siendo superior a sus rivales, pero ganando con lo justo (venció por penales a Estrella Roja en octavos de final y a Werder Bremen en cuartos, con una diferencia mínima). Explotó en la semifinal cuando enfrentó al poderoso Real Madrid. Tras empatar en un tanto el partido de ida en el estadio Santiago Bernabeu, se floreó a la vuelta en el Giuseppe Meazza con una goleada histórica, desplegando un fútbol total y aplastando al conjunto “merengue”. Carlo Ancelotti, Rijkaard, Güllit, Van Basten y Roberto Donadoni sellaron el 5 a 0 final, y propinándole a Real Madrid su peor derrota histórica en torneos continentales. En la final, otra goleada, esta vez a Steaua Bucarest, campeón tres ediciones antes, por 4 a 0, con dos goles de Güllit y otros dos de Van Basten. La frutilla del postre, fue la Copa Intercontinental, ante Atlético Nacional de Medellín.
Al año siguiente, repitió el título europeo, pero se le escapó el título local ante el Napoli de Diego Armando Maradona. Se esperaba mucho de Van Basten en el Mundial de Italia 1990, pero los Países Bajos tuvieron una actuación decepcionante y el goleador estuvo apagado. Volvió a su club y vinieron años de glorias y muchos goles. Durante la temporada 1992-1993, en la mitad, decidió operarse el tobillo, pues sentía muchas molestias. Una cirugía que, en los papeles, era sencilla, terminó siendo una pesadilla. Regresó sobre el final de la temporada, pero se resintió de la lesión y volvió a pasar por el quirófano. Entre recuperaciones fallidas, regresos al bisturí, transcurrieron dos años, hasta que decidió retirarse por no poder soportar más el dolor. Se perdió el Mundial 1994 y, al año siguiente, convocó a una conferencia de prensa para anunciar su inminente retiro, con tan sólo 31 años de edad.
Dueño de una asombrosa frialdad a la hora de definir, jugador exquisito con la pelota en los pies, Van Basten era el terror de las defensas. Ese maldito tobillo que lo tuvo a maltraer, privó al fútbol de poder disfrutarlo más tiempo. De no haber tenido esa lesión, quién sabe cuántos logros más hubiera obtenido.
El Puma
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