EL GRAN CAPITÁN
“Yo cuando sea grande, voy a jugar en Boca”, le decía a su abuela, y ella lo contradecía respondiendo que lo iba a hacer en River. El “Mocho”, era fanático “xeneize”, cuando transcurría su infancia y adolescencia en Chacabuco. Diestro de origen, tras un accidente automovilístico, tuvo que aprender a patear con la zurda. Y no le fue nada mal. Fue a probarse a su amado Boca. Estuvo un tiempo en La Candela, pero no quedó. Comenzó a jugar en Sarmiento de Junín, cuando el tucumano Raúl Hernández le ofreció ir a probarse a un equipo en Buenos Aires. El “Mocho” quería tener revancha en el club de la Ribera. Hacia allí se dirigieron. Hernández regresó de las oficinas de la institución y le comentó que no lo querían a probar. “¿Adónde quiere ir?”, le preguntó el tucumano. “Ahora, quiero ir a River”, respondió.
Daniel Alberto Passarella nunca se imaginó, en sus días siendo el “Mocho”, que viviría todo lo que le tocó. En un torneo de verano, en 1974, el entrenador Néstor Raúl Rossi le preguntó si se animaba a debutar contra Boca y marcar a Mané Ponce. “Discúlpeme que le conteste, yo me animo a jugar, hay que ver si usted se anima a ponerme”, dicen que le respondió. Integró el equipo que rompió el maleficio de los 18 años de River sin salir campeón. No empezó siendo titular. Ángel Amadeo Labruna, técnico en aquel entonces e ícono de la historia del club de Núñez, lo necesitaba sobre el lateral izquierdo, pero él, tozudo y cabeza dura como era, se negaba. Solamente deseaba ser el segundo zaguero central. Y lo consiguió.
Dueño de una pegada privilegiada y de un cabezazo letal, además de un increíble poder de elevación, se convirtió en el defensor más goleador de la historia del fútbol argentino. Pero no sólo en River triunfaba. También lo hacía en la selección argentina. Fue el capitán y emblema del equipo campeón del mundo de 1978, dirigido por César Luis Menotti. A su vez, fue fundamental en la clasificación al Mundial de México, en 1986. Formó parte de ese plantel, pero un fuerte malestar y posterior enfermedad, le impidió estar en el elenco titular. Si bien no jugó ni un solo minuto en tierras aztecas, es el único jugador argentino que tiene 2 medallas de campeón del mundo.
Después del Mundial de 1982, en España, y con 29 años, fue comprado por Fiorentina de Italia. En Florencia estuvo 4 años, hasta que fue adquirido por Inter. No llegó a ser campeón, pero fue recordado por hacer varios goles y ser muy importante en sus equipos. Con 35 años, tras terminar su aventura europea, regresó a River para jugar un año y retirarse. Su último partido, fue contra Boca, dónde fue expulsado por Juan Bava, el mismo que le anuló su eventual gol número 100 en primera división… ante Boca. Años después, el árbitro le confesó a Passarella que se había equivocado en su decisión. Lo que vino después para el defensor, alternó buenas y muy malas, tanto en lo personal como en lo profesional. Como futbolista, deja escrito una parte muy importante en la historia. Le quedó pendiente, obtener la Copa Libertadores. Estuvo muy cerca, en 1976, pero River perdió esa final ante Cruzeiro. Un personaje polémico, tozudo y ganador. Así puede resumirse la historia de “El Gran Capitán”.
El Puma
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