EL ANGEL DEL GOL


 

         Un año después de obtener el Mundial de 1978, jugado en Argentina, otra gran selección albiceleste atraía al público. El combinado juvenil fue a disputar el Campeonato del Mundo en Japón, también dirigido por César Luis Menotti, pero construido en la previa por Ernesto Duchini. Ese equipo fue muy seguido por el hincha argentino que se levantaba en horarios insólitos para ver a estos chicos que pintaban para cracks, comandados por Diego Armando Maradona (que ya era una realidad y deleitaba a propios y a extraños en Argentinos Juniors), Juan Simón, Juan Barbas, Osvaldo Rinaldi, Osvaldo Escudero… y Ramón Ángel Díaz.

         Entre Maradona y Díaz, se creó una sociedad ofensiva letal y explosiva, que esperanzaba para una futura selección mayor. Sin embargo, la única alegría que tuvieron juntos, fue en ese certamen en la Tierra del Sol Naciente. En el único Mundial en el que estuvieron juntos, fue en 1982, en España, donde el conjunto nacional regresó en segunda fase y con una discreta actuación. Luego, vaya a saber uno por qué, sus caminos se bifurcaron y nunca más se juntaron.

         El “Pelado”, para fines de la década del 70, debutaba en la primera de River y era, por lo general, el primer cambio del equipo dirigido por Ángel Labruna. Su velocidad, su picardía y letalidad en los últimos metros, ilusionaba a los hinchas “millonarios”. También era difícil pensar que el delantero riojano iba a permanecer mucho tiempo en Núñez. Después del Mundial de 1982, fue transferido a Napoli. En el conjunto del sur de Italia, sólo permaneció un año y fue transferido a Avellino. Allí comenzó a explotar y a convertir los goles esperados. Fue gracias a lo hecho en su tercer temporada que Fiorentina posó sus ojos en él, y se lo llevó. En el equipo “viola” se vio lo mejor de él, llamando la atención de Inter, su siguiente destino, en 1988. En Milán obtuvo su único “scudetto”. Integró un equipo memorable, dirigido por Giovanni Trapattoni e integrando una dupla ofensiva con Aldo Serena. Si bien descolló con el “nerazzurro”, la llegada del alemán Jürgen Klinsmann lo obligó a emigrar por ya estar cubierto el plazo de extranjeros (en ese entonces se permitían tres). Su siguiente destino fue Mónaco, dónde obtuvo la Copa de Francia, en 1991, año en el que regresó a River. En Núñez fue campeón y máximo goleador en su primer torneo, el Apertura.

         A la selección nacional, nunca más regresó después del Mundial de España. Carlos Salvador Bilardo no lo tuvo en cuenta ni para México, en 1986, ni para Italia, en 1990. ¿Por qué? No habrá sido del agrado del “Narigón”. Otras versiones dicen que fue porque estaba peleado con Maradona. Sólo los protagonistas sabrán el motivo.

         Si bien, todo hacía pensar que se iba a retirar en el conjunto “millonario”, apareció una oferta muy tentadora desde el Yokohama Marinos, de Japón y el “Pelado” volvió a hacer las valijas, a principios de 1993. Dos años después, regresó a la Argentina y quería tener su despedida como jugador en River. Sin embargo, Alfredo Davicce, presidente del club en ese entonces, le ofreció ser el entrenador del primer equipo. Un desafío muy duro, pero atractivo para el “Ángel del gol”.

El Puma

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