DEBEN DEJARLO IR

        Corrían los últimos días de junio de 1992. Diego Armando Maradona estaba por cumplir con una suspensión, luego de que un control antidoping arrojara positivo de cocaína, en Italia. En ese entonces, el astro argentino era jugador de Napoli y tenía un año más de contrato. Sin embargo, tenía la posibilidad de jugar en Sevilla, donde lo esperaba Carlos Salvador Bilardo, entrenador que lo nombró capitán de la selección argentina, y con quién obtuvo un campeonato del mundo y un posterior subcampeonato. Corrado Ferlaino, presidente de Napoli, se aferraba al contrato y no quería dejar ir a Maradona, mientras que este último presionaba para mudarse a la región de Andalucía. ¿Convenía quedarse con un jugador que iba a estar a disgusto? ¿Era necesario tener a un “empleado” cuyo objetivo iba a ser marcharse de todos modos? ¿Pensaba realmente Ferlaino que iba a poder convencer al capitán y protagonista de la era más importante del conjunto napolitano? Después de varias semanas de negociación, de dimes y diretes y de protagonizar el culebrón de ese verano europeo,  finalmente Ferlaino cedió, y dejó ir a Maradona. El precio del pase fue casi simbólico.

         Esta historia se está repitiendo en estos días. Hay que reemplazar a Maradona por Lionel Messi, a Napoli por Barcelona, a Ferlaino por Josep María Bartomeu, y a Sevilla por un equipo a definir (se habla de Inter, Manchester City o Paris Saint Germain). La situación es bastante similar. ¿Terminará igual? Si Bartomeu se hace las preguntas formuladas en el párrafo anterior, se dará cuenta que debe dejarlo ir. Messi está a disgusto con la directiva desde hace tiempo pero, evidentemente, por una cuestión familiar, no deseaba irse de Barcelona. Con la última eliminación de la U.E.F.A. Champions League, estalló la bomba. El argentino, sin dudas y al igual que Maradona, ya cumplió un ciclo y necesita nuevos desafíos para seguir triunfando. Con promesa de otro largo culebrón, Bartomeu inició con el pie izquierdo, asegurando que no quieren hacer ninguna transferencia. En ese caso, el 10 podrá jugar un año más en la Ciudad Condal, pero tiene la opción de irse gratis el año próximo, cuando finalice su contrato. Definitivamente, Bartomeu tiene todas las de perder. ¿Realmente vale la pena retener a alguien contra su voluntad, para que luego su ida no le deje ni una sola moneda al club? Messi no tiene nada más que demostrar en Barcelona. Su saldo futbolístico es claramente acreedor. Como todo animal de competencia, no juega por el dinero (ha ganado lo suficiente como para sus bisnietos tengan un buen pasar). Busca la gloria, obtener más récords y ganar en otro lado. Si el club desea el bien de su máximo goleador histórico, y éste último quiere marcharse, deben dejarlo ir.

El Puma

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